jueves, 7 de octubre de 2010

Relaciones Conscientes II



Todos buscamos la experiencia de ser un hombre o una mujer real, de ser "adultos", lo que es otra forma de decir que buscamos lograr una intimidad emocional con nosotros mismos, con otros y con el mundo que nos encontramos. Pero, no sabemos lo que implica una experiencia como esa. Nuestro mundo moderno no nos brinda un ejemplo de lo que significa entrar en una intimidad auténtica con cualquier aspecto de nuestra experiencia de vida, mucho menos con nosotros. Conforme permanecemos como extraños a dicho encuentro, seguimos siendo niños y niñas abrigando fantasías irreales sobre lo que significa ser un "adulto". Cuando actuamos en base a estas fantasías, conseguimos un corazón roto.

INVITANDO UNA INTIMIDAD AUTÉNTICA
Existe un mundo de diferencia entre los niños y las niñas, y los hombres y las mujeres. La diferencia es esencialmente la capacidad emocional, y por lo tanto no es externamente aparente de inmediato. En la superficie los adultos podemos pretender ser un hombre o una mujer, pero cuando se aplica una prueba de intimidad, ya sea que implique intimidad con nosotros, con otro, o con lo que es Dios para nosotros, se revela inevitablemente nuestro estado de ser auténtico. La mayoría de nosotros los adultos, somos niños y niñas en un estado de pretensión. Debido a que el desarrollo de nuestro cuerpo emocional en el mundo moderno, decrece rápidamente conforme dejamos la niñez, nuestra edad emocional promedio está entre los siete y los catorce años de edad.

Una de las formas más aceleradas para superar esta condición emocional atrofiada, es buscar una experiencia auténtica de intimidad. Esto se debe a que la intimidad emocional, ser auténtico, requiere presencia, honestidad y por lo tanto vulnerabilidad.

Solo los emocionalmente maduros se permiten ser vulnerables.

Solo los emocionalmente inmaduros evitan la vulnerabilidad.

Cuando intentamos la experiencia de intimidad, nos hacemos conscientes de las áreas en nuestra experiencia en donde estamos buscando huir del encuentro, en donde no podemos ser honestos, y por lo tanto en dónde nos estamos protegiendo de la experiencia de la vulnerabilidad. Descubrir puntos de invulnerabilidad dentro de nosotros, es lo mismo que descubrir puntos de miedo, ira, y pena. También es lo mismo que descubrir áreas de nuestro cuerpo emocional que están bloqueadas y por lo tanto subdesarrolladas. Es por esto que una vez que hemos entrado a cierto nivel de trabajo interno con nosotros mismos, una vez que hemos logrado cierto nivel de intimidad con nosotros, es necesario entrar conscientemente en una relación íntima con otro ser humano.

Creer que podemos limpiar todos los aspectos de nuestro cuerpo emocional solos es ilusorio. Existe una gran cantidad de limpieza emocional que podemos lograr solos a través de usar al mundo exterior como un espejo, pero trabajar solos no puede ayudarnos a limpiar todas las grabaciones relacionadas con la experiencia de las relaciones. Existe cierto trabajo de limpieza emocional que solo sale a la luz cuando intentamos volvernos completamente vulnerables con otro ser humano. Este es el poder de una "relación consciente", esta nos ayuda a dar el siguiente paso para limpiar las barreras que existen entre nosotros y un encuentro íntimo con la vida. Entrar en una relación con otro ser humano con esta intención, es invitarnos a nosotros mismos a llegar más profundamente a la intimidad auténtica.

Una vez que somos capaces de darnos amor incondicionalmente, el siguiente paso es dar amor a otro incondicionalmente.

Este paso es crucial en nuestra evolución emocional, porque solo cuando somos capaces de dar amor incondicionalmente a otro ser humano, lo que a su vez transforma nuestras relaciones con todos los humanos, es que podemos acercarnos a Dios incondicionalmente.

Solo cuando nos acercamos a Dios incondicionalmente, es cuando entramos en una relación auténtica con lo que es Dios para nosotros.

Entrar en una relación con otro con la intención de experimentar intimidad auténtica, invita a un desarrollo emocional sustancial. La intimidad auténtica no es una experiencia que solo sucede porque lo queremos. No puede adquirirse a través de la compra, el reclamo o la demanda. La habilidad para manifestar dicho encuentro, no está determinada por la clase, el derecho de nacimiento, la cultura, la religión, la riqueza, la raza, o el estatus mundano de ningún tipo; está determinada por nuestra valentía emocional.

La habilidad para entrar en la intimidad auténtica con otro ser humano, es por lo tanto un barómetro confiable para separar a los hombres de los niños y a las mujeres de las niñas. Aunque los niños y las niñas puedan pretender ser hombres y mujeres en la forma como se manejan externamente en los aspectos mentales y físicos del mundo, a través de la proyección de su comportamiento mental y físico, su apariencia y circunstancias de vida, internamente no se puede engañar al corazón. La intimidad auténtica no puede ser fingida.

La intimidad auténtica es principalmente un estado emocional que irradia hacia nuestras experiencias mentales y físicas, no está determinada por ellas.

Igual que la experiencia de la conciencia del momento presente, es más fácil afirmar lo que no es la intimidad auténtica, que describir exactamente lo que es. Describir con demasiada claridad lo que es, alienta al cuerpo mental a asumir que existen una serie de reglas que seguir para lograr la experiencia. Solo hay lineamientos para entrar en la intimidad auténtica, la experiencia real siempre se rinde y se encuentra con, lo desconocido.

La diferencia entre los niños y las niñas, y los hombres y las mujeres, es que los niños y las niñas todavía creen que la calidad de sus relaciones tiene algo que ver con la persona con quien se relacionan. Los hombres y las mujeres saben que esto es una ilusión, y que comportarse de acuerdo a esto es ilusorio.

Los hombres y las mujeres saben que la calidad de cualquier relación a la que entran con otro, está determinada por la condición de su propio corazón.

Consideramos entrar seriamente a una relación consciente con otro, cuando ya hemos experimentado hasta cierto grado este calibre de relación con nosotros. Los niños y las niñas entran a una relación con otro, no para continuar su auto-desarrollo, sino para ocultarse de él. Su atención por lo tanto está principalmente en el otro, en "lo que estamos obteniendo de ellos". En una relación íntima auténtica, la atención está en nuestro propio corazón y en lo que estamos irradiando hacia el otro, en "lo que le estamos dando incondicionalmente al otro". En otras palabras, cuando se trata de relaciones, otro barómetro útil que diferencia a los niños y las niñas de los hombres y las mujeres, es si la intención está en "el dar" o en "el obtener".

ESPACIO Y ESTAR JUNTOS…
La intimidad auténtica requiere honestidad, porque la honestidad destruye las ilusiones que emergen de las grabaciones emocionales de nuestra niñez sobre lo que "pensamos" que es de lo que se trata una relación. Otra diferencia discernible entre niños y niñas, y hombres y mujeres, es que los hombres y las mujeres han visto destrozadas sus ilusiones infantiles sobre "enamorarse" y se sienten agradecidos por ello. Viajar hacia una intimidad auténtica requiere confrontar nuestras ilusiones personales sobre las relaciones en todos los niveles; sobre nuestra relación con nosotros mismos, con otros y con lo que Dios es para nosotros. Esto es lo que hace que la intimidad auténtica sea tan crucial en la evolución de nuestra especie. Las religiones y las disciplinas espirituales que nos niegan de cualquier forma esta experiencia, se interponen entre nosotros y la iluminación. Sin experimentar la intimidad auténtica con otro ser humano, la experiencia de la iluminación es improbable. Siempre que somos conducidos a creer que la experiencia monástica célibe es benéfica espiritualmente, estamos siendo engañados, desempoderados y distraídos de nuestro viaje hacia la Auto-realización y la realización de Dios.

La práctica del celibato, de vivir fuera de la experiencia de la intimidad física, mental y emocional con otro ser humano, solo es parte del viaje interno, no es "el viaje". Vivir monásticamente es necesario, para que podamos adquirir un sentido de nuestra propia energía, nuestro propio Ser. No podemos obtener un sentido claro del Ser si estamos enmarañados dentro de nuestra unidad familiar de nacimiento, ni podemos lograr esto cuando nos salimos de nuestra experiencia familiar y nos dirigimos directamente hacia una experiencia de relación con otro.

Es altamente benéfico y necesario vivir monásticamente en un estado de celibato durante un periodo de nuestra vida, para que podamos obtener un sentido del ser auténtico.

Durante una experiencia de celibato transicional, es cuando entramos, exploramos y establecemos una relación auténtica con nosotros. Cuando entramos a una relación física con otro, sin habernos dado primero una oportunidad de obtener "un sentido del Ser", inevitablemente nos perdemos completamente dentro de "la relación". "La relación" entonces se convierte en todo para nosotros. En consecuencia, reaccionamos al confinamiento de este predicamento "buscando espacio". Tener un sentido personal del espacio solo es posible cuando tenemos un sentido del Ser, de nuestra propia energía, de lo que se siente estar en el mundo emocionalmente desapegado de otros. Idealmente, esta experiencia de celibato, con la intención de obtener un "sentido del Ser" tangible, debe establecerse y mantenerse durante un periodo razonable de tiempo antes de entrar en una relación íntima física, mental y emocionalmente con otro.

Un hombre y una mujer le dan espacio a la relación entre ellos, mientras que un niño y una niña, cuando se relacionan entre sí, inevitablemente terminan necesitando espacio del otro.

Vivir a través de un periodo de celibato auto-inducido es "la práctica de reconocer y mantener la atmósfera de espacio dentro del propio Ser, para tener la capacidad de llevar esta experiencia de espacio hacia todos los otros encuentros". Este sentido de espacio interno entonces se lleva hacia una relación íntima iniciada conscientemente con otro, y es lo que le da a dicha relación espacio para respirar.

"El espacio" es lo que le da vida a la intimidad, no el estar juntos.

No es posible una relación íntima con otro ser humano, si seguimos entreteniendo las ilusiones grabadas dentro de nosotros por nuestros padres, cultura, religiones, política y sistemas económicos. Una de esas ilusiones es que podemos usar una relación como un medio para "estar juntos". Sin embargo, cualquiera que se ha tomado tiempo para explorar una relación consigo mismo, sabe bien que nuestro estado de ser no se genera externamente; es una experiencia interna que está determinada por la condición del mundo interno. Primero tenemos que alcanzar la maestría de estar con nosotros, antes de poder estar auténticamente con otro. Si no logramos esa maestría antes de entrar a una relación, asumiremos que "estar juntos" se logra a través de las cosas que "hacemos". Nuestra relación por lo tanto no será un estado de "estar con el otro", sino que será caracterizado por "algo que hacemos cuando estamos juntos". Entonces creeremos erróneamente que casarse y tener hijos le agregará algo a nuestra relación. En consecuencia, cuando sea que encontremos obstáculos en nuestra relación nos preguntaremos, "¿Qué podemos hacer para arreglar nuestros problemas?" Definiremos la salud de nuestra relación en base a "lo que hacemos juntos y qué tanto hacemos juntos".

Si no hemos establecido un sentido del Ser, un sentido de espacio personal, entonces cuando sea que el espacio busque entrar a nuestra experiencia de relación, asumiremos que "algo está mal".

Diremos, "has estado callado/a… ¿hay algo malo?" O, "No hemos hecho nada juntos en un tiempo… ¿está pasando algo malo?" Bajo dichas condiciones nuestros haceres son necesarios para llenar cualquier espacio vacío que entre a la relación. Una vez que nos aburrimos de nuestros haceres, y el espacio empieza a entrar en estos momentos de quietud en aumento, asumiremos que la relación se terminó.

Destruir este tipo de ilusiones sobre las relaciones requiere que confrontemos los diversos aspectos de la fantasía que hemos construido alrededor del amor, el matrimonio, las relaciones, el sexo y todo lo que asociamos con tener una relación íntima con otro ser humano. Confrontar y desmantelar nuestra fantasía, es lo que nos despierta a la autenticidad.

Debemos desentrañar la ilusión sobre las relaciones del "Había una vez", para dejar ir nuestro intento inauténtico de usar las relaciones como un medio para "vivir felices para siempre".

EL SENDERO DE LA CONCIENCIA
Para ayudarnos a desmantelar nuestras grabaciones sobre el papel de las relaciones en nuestra evolución, es necesario volver a conocernos con el Sendero de la Conciencia, como se discute en el libro, EL PROCESO DE LA PRESENCIA.

El Sendero de la Conciencia es una herramienta conceptual que nos empodera para comprender y por lo tanto trabajar a lo largo de nuestro flujo natural de energía, conforme se mueve desde nuestro nivel vibratorio hacia y a través de nuestra experiencia emocional, mental y física.

Es precisamente porque no somos conscientes de, y por lo tanto no honramos, el camino energético natural de la conciencia que todos usamos en cada encuentro que tenemos en este mundo, que tan fácilmente aceptamos estados ilusorios como reales y como posibilidades duraderas.

Si los pilotos no comprenden las mecánicas de la aerodinámica, no es posible que vuelen un avión. Sin esta conciencia cualquier creencia que tengan en cuanto a su habilidad para pilotear una nave, estará basada en una ilusión, tal y como un niño jugando con un avión de juguete. Lo mismo aplica al paradigma de las relaciones. A menos de que comprendamos el Sendero de la Conciencia, y trabajemos conscientemente en él, nuestra intención de entrar en una relación y de experimentar intimidad auténtica está destinada a ser una fantasía. Esto se debe a que sin esta conciencia nos acercaremos a la experiencia basados en nuestra grabación y en lo que el mundo nos modela, y todo esto descansa en la ilusión. Familiarizarnos con el Sendero de la Conciencia nos despierta a las mecánicas energéticas sobre las cuales debe fluir toda relación para ser auténtica y verdaderamente íntima.

Cuando un piloto despega y aterriza existen ciertos procedimientos que deben seguirse para facilitar esta experiencia. Nuestra entada a este mundo no es diferente; cuando nacemos en este mundo nuestra conciencia se mueve deliberadamente a lo largo de un camino energético que no es aparente para nosotros de inmediato. Este Camino de Conciencia es fácilmente discernible observando el desarrollo inicial de un bebé. Cuando nace un bebé:

Primero es un ser puramente emocional.

Después comienza a usar su comportamiento emocional para comunicarse; su conciencia entra en la actividad mental.

Después comienza la participación física en su experiencia, al ser capaz de controlar conscientemente su cuerpo; alcanzando cosas y sosteniéndolas, etc.

El Sendero de la Conciencia por lo tanto se mueve desde lo emocional, a lo mental a lo físico. Este camino también es evidente conforme pasamos de la niñez a la adultez. Como niños somos principalmente seres emocionales. Alrededor de la edad de 7 años entramos entonces a la escuela e incrementamos nuestra actividad mental, en ese punto somos llamados niños y niñas. A la edad de catorce pasamos a través de una transformación física llamada pubertad y somos subsecuentemente llamados adolescentes. Esta etapa continúa hasta los 21, en dicho punto celebramos nuestra entrada a la adultez.

Podemos ver claramente que cada uno de estos ciclos de 7 años está enfocado en un aspecto diferente de nuestro desarrollo, como niños nuestro desarrollo es emocional, como niños y niñas nuestro enfoque se vuelve incrementalmente mental, y como adolescentes nuestro enfoque se vuelve más físicamente orientado. El Sendero de la Conciencia nuevamente se mueve desde lo emocional a lo mental a lo físico.

El Sendero de la Conciencia es evidente en todas nuestras actividades seamos conscientes de ello o no. Cuando tenemos muy poca conciencia de nuestro cuerpo emocional o ninguna, nuestra atención por lo general solo está consciente de nuestra participación mental y física dentro de este camino. Por ejemplo, podemos ver un vestido colgado en el aparador de una tienda, que magnéticamente atrae nuestra atención. Esto puede parecer inicialmente que queremos el vestido por cómo se ve, por los aspectos físicos de la experiencia. Sin embargo, si somos capaces de revisar con nosotros emocionalmente, descubriremos que nuestra atracción por el vestido se deriva de "un sentimiento"; por la forma en que creemos que dicho vestido nos permitirá sentir. Debido a que el cuerpo emocional es el punto causal del Sendero de la Conciencia conforme entramos e interactuamos con este mundo, el contenido emocional de la experiencia es siempre el punto causal seamos o no conscientes de ello. Cuando vemos el vestido primero albergamos una ilusión de cómo nos hará sentir (emocional), después calculamos cómo lo vamos a adquirir (mental), y solo entonces lo compramos y lo usamos (físico). Entonces, el simple hecho de adquirir un vestido honra obedientemente el viaje a lo largo de este camino desde lo emocional a lo mental a lo físico.

Desde el punto de comprarlo viajamos a lo largo del Sendero de la Conciencia otra vez: Si usamos el vestido y la reacción de otros no es lo que deseamos, si no nos permite sentirnos bien cuando lo usamos en público, entonces mentalmente decidimos que no es apropiado, físicamente nos lo quitamos, lo colocamos en el cajón y pretendemos que no existe más.

Esta obediencia hacia el Sendero de la Conciencia aplica igualmente a comprar un auto, obtener "ese" trabajo, tener "esos" amigos, y por supuesto, encontrar "al indicado" de quien nos vamos "a enamorar", con quien nos vamos a casar y a "vivir felices para siempre". Todos esos movimientos de nuestra conciencia viajan a lo largo de este Sendero de la Conciencia. Ahora examinemos este movimiento de energía en la luz de lo que hemos llamado "enamorarse".

Cuando todavía somos niños y niñas emocionalmente, y nos encontramos atraídos hacia alguien hasta el punto en el que creemos que "es el indicado o indicada", lo que realmente estamos diciendo es: "Esta es la persona que puede satisfacer mis necesidades y deseos por mi y que puede hacer por mi lo que yo no estoy suficientemente maduro para hacer por mi mismo."

Todo romance, toda atracción repentina por otro ser humano, sin importar como disfracemos las circunstancias con "Hollywood", es una experiencia que está dirigida inconscientemente, y una que solo se despierta dentro de nosotros cuando descubrimos nuestro propio estado incompleto reflejado en el otro. El punto causal de este impulso repentino de "pasión" proviene siempre de una insuficiencia en nuestro propio cuerpo emocional. Usualmente, debido a que no tenemos una conciencia de nuestro cuerpo emocional, y debido a que estamos paralizados físicamente por el mundo, creemos que estamos siendo atraídos por la belleza física del otro. Sin embargo, de la misma forma que con el vestido o con el auto, nos sentimos tan atraídos por la forma en que nos hacen sentir, o la forma que pensamos que podemos sentir en relación a alguien como ellos.

Lo que realmente estamos diciendo cuando exclamamos, "¡He encontrado a alguien que me hace feliz!" es que hemos encontrado a alguien que refleja los asuntos que tenemos que resolver dentro de nosotros, con el fin de llevar a nuestro cuerpo emocional al equilibrio.

Desafortunadamente, debido a que carecemos de una conciencia del cuerpo emocional, ni siquiera nos acercamos a darnos cuenta de la realidad de esto. En consecuencia, entramos a la danza inconsciente llamada "romance" creyendo que nos estamos dirigiendo hacia un experiencia llamada "felicidad". Inevitablemente, las mismas características que nos atrajeron inicialmente a esta persona, pocos días después de la ceremonia de matrimonio, son los mismos atributos que comienzan a volvernos locos.

Este es el predicamento inevitable de todos los que se lanzan de cabeza e inconscientemente a lo largo del Sendero de la Conciencia, hacia cualquiera que refleje sus asuntos emocionales desintegrados. Este comportamiento inconsciente e ignorantemente dichoso, es el fundamento de todo romance. El romance es inconsciente por naturaleza, una danza embriagadora que termina con una cruda emocional la mañana después de la boda.

Entre más nos eduquemos sobre el Sendero de la Conciencia, más conciencia llevaremos al punto causal de nuestro comportamiento – lo que significa familiarizarse con la condición de nuestro cuerpo emocional – y menos probable será que bailemos hacia los brazos de otra relación fantasma.

Cuando somos llevados hacia una relación con otro ser humano sobre las alas de la pasión, estamos entrando en una relación inconsciente, en donde la posibilidad para experimentar la intimidad auténtica es improbable. Podemos tener encuentros breves con ella, como un sabor de dicha temporal que se tiene cuando somos introducidos a un nuevo narcótico, pero este gusto se amargará y lo perseguiremos en vano hacia los corredores sin salida de la desilusión y la angustia. Debido a que hemos entrado a la relación inconscientemente, lo habremos hecho como "un medio para satisfacer nuestras necesidades y deseos"; lo habremos hecho en un intento por "obtener algo" del otro. Todos nuestros barómetros para tener éxito en este tipo de relaciones estarán basados por lo tanto en las actividades y en los logros físicos, como casarse, tener hijos, comprar una "buena" casa, vivir en una zona aceptable, tener los amigos adecuados, establecernos en la carrera correcta, etc.

En otras palabras, la intención de una relación inconsciente tiene mucho que ver con movernos a través del Sendero de la Conciencia desde lo emocional, a lo mental a lo físico; la relación es un medio por el cual nos establecemos físicamente en el mundo. Nuestra relación por lo tanto solo durará y se sentirá satisfactoria de acuerdo con nuestra habilidad para lograr esos parámetros físicos. Si, por alguna razón, prevalecen las circunstancias que impiden nuestros intentos, la relación comenzará a desmantelarse automáticamente. Debido a que no hay amor real en una relación inconsciente, las cosas, el estatus, el éxito externo, son todo lo que importa. A menos de que pueda mantenerse este enfoque de cuento de "vivieron felices para siempre", la relación entra en peligro.

Esto nuevamente es un carácter de definición crucial que separa a las relaciones conscientes de las inconscientes, o a los niños y niñas de los hombres y las mujeres; los niños y niñas necesitan juguetes y cosas, muñecas y carros, palmadas en la espalda y premios, para mantener su casita de juguete andando. Si estos juguetes y gustos no están presentes, se termina la diversión y nadie quiere jugar "a la casita" nunca más.

Los hombres y las mujeres que entran a relaciones conscientes con la intención de explorar la intimidad auténtica no requieren apoyos externos.

La razón para esto es porque una relación consciente no tiene que ver con llevar el Sendero de la Conciencia hacia niveles más agudos de externalización; tiene que ver con invertirlo. Cuando sea que buscamos acercarnos a nosotros mismos o a lo que es Dios para nosotros, automáticamente invertimos el Sendero de la Conciencia. Un niño que reza es un buen ejemplo de esto: Cuando un niño reza primero se hinca y junta sus manos (físico), después dice su oración (mental), y estas palabras inician una profundidad de sentimiento (emocional) en aquellos que lo escuchan. Su acto de orar está invirtiendo automáticamente el Sendero de la Conciencia y por lo tanto está moviendo la energía desde lo físico, hacia lo mental, hacia lo emocional.

La misma reversión de energía se atestigua en las prácticas de meditación: Primero nos enseñan a quedaron quietos en una postura (físico), después se nos da un mantra para enfocar nuestros pensamientos (mental), y después a través del compromiso intentamos activar sentimientos de amor y devoción (emocional). Los aspectos físicos y mentales de la oración y la meditación, sirven para mover nuestra atención a lo largo del Sendero de la Conciencia, hacia el punto causal de nuestra experiencia en este mundo, lo emocional o el corazón, y es solo cuando activamos esta parte de la experiencia, que se convierte en una experiencia real y transformadora para nosotros. Solo cuando entramos al "corazón de la materia" somos capaces de iniciar una experiencia vibratoria auténtica (espiritual). La oración o la meditación sin el sentimiento son algo mecánico y no logran nada de sustancia. Esto se debe a que nuestra esencia, o nuestra conexión con lo que Dios es para nosotros, no puede ser experimentada a través de las circunstancias físicas o la actividad mental solamente; requiere del componente del "sentimiento" para que perciba e interactúe con el atributo vibratorio de nuestro Ser. Es a través del corazón que llegamos a conocernos y a lo que Dios es para nosotros, porque es a través del corazón que entramos en una conciencia del reino vibratorio. El reino vibratorio no puede ser conocido a través del pensamiento o de las circunstancias físicas solamente, debe ser buscado por medio de un movimiento desde lo físico, a través de lo mental, y luego hacia y a través del cuerpo del sentimiento para ser percibido auténticamente.

El cuerpo del sentimiento, el corazón, es el portal hacia la conciencia vibratoria.

Cuando entramos a una relación consciente con otro, esta también debe ser nuestra intención: Que "la relación" sea un vehículo para facilitarnos revertir conscientemente, la dirección en la que nuestra conciencia se mueve a través del Sendero de la Conciencia. No buscamos una intimidad auténtica como un medio para exteriorizarnos más en lo físico; la ejercemos conscientemente como un medio para mover nuestra conciencia desde lo físico, a través de lo mental, y hacia lo emocional, con la intención de abrazar lo vibratorio en la experiencia. Por lo tanto las casas, los autos, el matrimonio, los hijos, el estatus, los vecinos adecuados, y posición social apropiada, no tienen absolutamente nada que ver con la "relación". Estas experiencias externas pueden ir y venir como las estaciones, pero no determinan la estructura de una relación consciente; solo "nuestro nivel de presencia entre los dos" lo logra; Y, todo esto está determinado no por la otra persona, sino por la profundidad de nuestra relación con nuestro propio corazón.

Entrar a una relación con alguien para revertir conscientemente nuestro movimiento a lo largo del Sendero de la Conciencia, para que nuestra conciencia se ancle en el punto causal de nuestra experiencia, es la intención de los hombres y las mujeres. Los niños y las niñas no tienen ningún interés en cosas así; su enfoque está en los juguetes y en satisfacer sus necesidades y deseos a través de "mamá y papá" – o quien sea que puedan seducir para que juegue esos roles para ellos.

RITOS DE PASAJE
En esta edad civilizada nuestro viaje a través y a lo largo del Camino de la Conciencia desde la niñez hacia la madurez, se desarrolla inconscientemente. Sin embargo, esto no siempre fue así. Hubo un tiempo en nuestra experiencia humana cuando las comunidades reconocían este camino energético y sus puntos de transición con procedimientos delibrados llamados "ritos de pasaje".

Un rito de pasaje es un procedimiento integrador conscientemente iniciado y facilitado, que nos empodera para pasar de un estado de ser a otro.

"Las Ceremonias de Nombre" solían ser parte de nuestra experiencia evolutiva cuando todavía vivíamos en comunidad entre nosotros. Estas servían como un rito de pasaje importante para marcar colectivamente y para reconocer el movimiento de un individuo a lo largo del Camino de la Conciencia desde la niñez hasta la edad adulta. Cuando nacía un niño se le daba un nombre basado en las circunstancias en las que entraba a este mundo. Si el niño llegaba a este mundo gritando y pateando, o emanando tranquilidad, este comportamiento sería registrado subsecuentemente y se reflejaba en el nombre. Si el niño nacía en condiciones climáticas inusuales, esto también sería reflejado en el nombre. De esta forma el evento de la llegada del niño era reconocido como inseparable del ambiente y las circunstancias en las que nacía.

A la edad de siete años se le daba al niño un nuevo nombre; un nombre tomado tras la observación de su comportamiento como un ser emocional, un nombre para marcar su transición de "infante" a "niño o niña joven". Este nombre también marcaría un cambio en la forma en la que este individuo participaba dentro de la comunidad. Al ser reconocido ahora como un "niño joven", se requería que entrara a un estado más profundo y consciente de aprendizaje sobre su cultura a través de los ancianos. Las historias que se le narraban tomarían una estructura más práctica; su contenido ahora tenía la intención de desarrollar las capacidades mentales del individuo.

A la edad de 14 años el niño o niña haría entonces la transición por medio de otra ceremonia de nombre, hacia la experiencia de convertirse en "un hombre o mujer joven", o un adolescente como se llama a esta etapa en nuestra sociedad hoy en día. Este nombre recién otorgado reflejaría sus dones y talentos, con la intención de extraer el potencial de su futura contribución a la comunidad. Esta ceremonia de nombre también marcaría un incremento en su responsabilidad física dentro de la comunidad. La ceremonia de nombre final tomaría lugar alrededor de los 21 años. Durante esta ocasión se les daría el nombre que llevarían por el resto de sus días, serían considerados totalmente como hombres y mujeres, y comenzarían a hacer el viaje a través de la vida, que tenía la intención de llevarlos al estatus respetado de "Anciano".

Los ritos de pasaje como este, aseguraban que todos los individuos que entraran a este mundo, viajaran conscientemente sobre El Camino de la Conciencia de forma que los despertara hacia su potencial individual y los integrara física, mental y emocionalmente dentro de sus comunidades. Esto los empoderaba para apreciar sus características únicas y para sentirse íntimamente parte de su mundo.

Hoy la mayoría de las comunidades ya no tienen ritos de pasaje conscientes. Subsecuentemente, viajamos el Camino de la Conciencia en forma inconsciente, sin comprender nuestro lugar en el mundo, no podemos integrar nuestras experiencias internas y externas, y no sabemos, ni tenemos la oportunidad, para expresar plenamente nuestro potencial. En consecuencia, nos sentimos perdidos en un mundo que parece no tener ningún significado. En esta edad moderna parecería que tenemos muchos, muchos pasajes para elegir, y así creemos que somos libres, liberados y avanzados, pero no lo somos. Sin ritos de pasaje conscientemente iniciados para guiarnos a lo largo del Camino de la Conciencia, nos quedamos aprisionados conceptualmente en pasajes ilusorios que no conducen a ninguna parte. Ahora entramos a pasajes de cambio basados en la gratificación instantánea. Estos caminos conceptuales, como en lo que se ha convertido la institución del matrimonio en estos días, no están construidos con la intención de llevarnos hacia la experiencia de la madurez auténtica como hombres y mujeres, sino para consentir las necesidades no integradas y los deseos de los humanos emocionalmente atrofiados, a quienes no se les ha facilitado la forma para crecer conscientemente.

Aunque ya no tenemos ritos de pasaje, todavía buscamos instintivamente estas experiencias. Sin embargo, ahora entramos en ellos inconscientemente. En consecuencia, en lugar de a ser creativos e integrativos, se han convertido en destructivos y por lo tanto en el fruto de la desintegración. Permítanos examinar dos formas en las que ocurre esto:

Cuando funcionábamos en comunidad, a los jóvenes de alrededor de 14 años, cuando se les conducía a través de su experiencia de pubertad, se les marcaban sus cuerpos de alguna forma para reconocer la parte física de este momento de transición. Ahora los adolescentes se hacen perforaciones para colocar adornos y se tatúan, en un intento por lograr este rito de pasaje. Sin embargo, sin la guía de los Ancianos a través de este rito de pasaje, estas prácticas se vuelven afirmaciones reactivas, en lugar de rituales responsivos. Se vuelven adictivas en lugar de constructivas.

Cuando funcionábamos como comunidad, los hombres y mujeres jóvenes de 21 años eran dirigidos hacia la madurez, guiados por los Ancianos que les daban plantas psicoactivas medicinales. Esta experiencia los empoderaba para entrar en estados expandidos de conciencia, que destruían los límites de la conciencia individual, para que el nacimiento a la adultez pudiera sentirse en la experiencia y conocieran su presencia como "una parte integral del todo". Esto también facilitaba una conexión consciente con "los ancestros", o a lo que ahora nos referimos como el reino vibratorio. Hoy este rito de pasaje ha degenerado en comprar un barril de cerveza, fumar alguna hierba, y quedarse ciegos de borrachos en el cumpleaños número 21 de alguien.

Hoy todavía honramos El Camino de la Conciencia, pero lo hacemos inconscientemente y por lo tanto, en forma destructiva. Al desmantelar, destruir y desacreditar las prácticas de los ritos antiguos de pasaje, y al hipnotizarnos en la creencia de que estos antiguos procedimientos eran incivilizados, primitivos, infructuosos, sacrílegos e innecesarios, hemos caído presa de las ilusiones instiladas en nosotros por las religiones, la política y los sistemas económicos. Los ritos de pasaje que servían para facilitar nuestra evolución hacia estados integrados del ser, son ahora remplazados por conductos sociales ilusorios, que tienen la intención de condicionar y preparar al individuo para entrar a las instituciones de educación, matrimonio, la conciencia de separación de la unidad familiar, y la profesión de vida, con la promesa eventual de la recompensa en la línea de meta. Todos estos ritos de pasaje y los corredores en los que gobiernan nuestra conciencia, son experiencias ilusorias, en compartimentos, fragmentadas, que sirven deliberadamente para transformar seres humanos únicos, en forraje predecible para la línea de producción de la mentalidad de las ganancias. Estos se han convertido en "ritos de ganancia".

En el corazón mismo de esta ilusión está la institución llamada "matrimonio" y la trampa hacia este corredor ilusorio es el cuento de hadas alrededor de "enamorarse". Al abrazar esta idea, al perseguir esta fantasía, y al entretener esta seducción hipnótica de "enamorarse y vivir felices para siempre" como algo con sustancia, destruimos automáticamente la posibilidad de experimentar intimidad auténtica con nosotros, otro y con la vida. Al "enamorarnos" entramos a un corredor que conduce solo a la disolución, el desengaño y la desesperación silenciosa. Hasta que podamos ver esto por lo que es, permanecemos siendo niños y niñas. En el momento en que nos damos cuenta de que esto no es nada más que un cuento de hadas, estamos listos para convertirnos en hombres y mujeres.

El matrimonio es una fantasía que solo es atractiva para los niños y las niñas.

Los hombres y las mujeres pueden ver a través de la trampa.

La creencia de que el matrimonio puede contribuir en cualquier forma a nuestro nivel de intimidad con otro ser humano, es ilusorio.

Si realmente amáramos a alguien lo último que haríamos es casarnos con él/ella. El matrimonio en estos días y esta edad, está diseñado para destruir cualquier semblanza de relación significativa. Es una herramienta que sirve solo a agendas políticas, económicas y religiosas. Es una forma para organizar y arrear seres humanos hacia la mentalidad de borregos. Se ganan billones de dólares al año a través de esta ilusión. Es una infraestructura social diseñada para reproducir, entrenar y proveer programas orgánicos a la infraestructura política que dirige el planeta. Mantiene un sistema de educación que no le enseña nada sobre la vida a los humanos, que no sea todo lo relacionado con ganarse la vida. Previene a los individuos, en una edad crucial cuando la energía y la curiosidad están exaltadas, de entrar en la auto-exploración. No es nada más que un mecanismo fotostático que intenta mantener a la humanidad en pilas arregladas predecibles. No tiene nada que ver con iniciar una relación consciente, auténtica, o íntima entre dos seres humanos. El matrimonio abordado a través del corredor de la pasión romántica, asesina la conciencia, la autenticidad, la intimidad y es el clavo en el cofre que entierra el amor. El matrimonio como un rito de pasaje en estos días y esta edad, conduce solo a la desilusión, la disolución, y la desesperación silenciosa.

EL CUENTO DE HADAS…
En este mundo moderno la mayoría de los que nos hacemos llamar adultos, somos internamente todavía niños y niñas. Esto es difícil de admitir, porque queremos aparentar desesperadamente que somos "adultos". Asumimos que debido a que tenemos cuerpos adultos, que estamos casados, trabajamos en grandes corporaciones, ganamos sueldos considerables, les decimos a otros qué hacer, tenemos nuestras propias casa y autos, somos "adultos". Nada está más lejos de la verdad. Solo cuando podemos vernos por lo que somos y lo admitimos, es que somos capaces de madurar nuestro predicamento emocional. La negación de nuestra condición emocional actual no logra nada más que una pretensión continua. Se le escucha a los niños decir "vamos a jugar a pretender que" Mientras seguimos pretendiendo que somos algo que no somos, seguimos siendo niños y niñas. No somos adultos hasta que tomamos plena responsabilidad por la cualidad de nuestra experiencia, y por lo tanto por la condición de nuestro cuerpo emocional.

Ser emocionalmente inmaduros no es una enfermedad, ni lo es el resultado de haber hecho algo equivocado; es la consecuencia natural de vivir en un mundo que no valora, y por lo tanto no apoya, el desarrollo emocional como un atributo necesario en la salud de su población.

Estar emocionalmente atrofiados es la consecuencia natural de ser un ser humano en estos días. Toda supresión deliberada del cuerpo emocional la lleva a cabo el impotente emocional, los niños y niñas en el jardín de infantes de la humanidad. Esto no lo hace aceptable, ni puede usarse esta condición como una excusa para culpar a otro por nuestra experiencia. La realidad es que las instituciones del mundo no valor y apoyan el desarrollo emocional, porque este aspecto de nuestra evolución tiene que ser generado internamente. No podemos madurar emocionalmente porque "lo necesitamos o lo queremos"; solo podemos entrar a una evolución emocional auténtica porque "lo elegimos". La evolución emocional, para que sea real y por lo tanto duradera, debe buscarse como una respuesta a nuestro corazón, no como una reacción al mundo. Si, pueden impedirnos saber esto, pero el hecho es que aquellos que se comportan de esta manera, solo lo hacen porque no están emocionalmente desarrollados. Culpar a una serpiente por comer polluelos en un nido porque tiene hambre es inútil.

En esta discusión en la búsqueda por intimidad auténtica, lo que nos clasifica como "un niño" o "una niña" es que emocionalmente no hemos crecido. Los niños y las niñas son seres humanos que ya no son infantes, pero que todavía no se han convertido en hombres y mujeres. Convertirse en un hombre o una mujer, no tiene nada que ver con el logro mental o el desarrollo corporal físico.

Convertirse en un hombre o mujer real, es una consecuencia de la evolución emocional auto-determinada.

La mayor parte de nuestro planeta está dirigido por niños y niñas satisfaciendo los caprichos de la madurez emocional de niños y niñas. Debido a que ponemos demasiado énfasis en la habilidad mental o física, asumimos erróneamente que la brillantez mental y la destreza física tienen algo que ver con la inteligencia adulta auténtica. La arena de la política es la evidencia de esta creencia equivocada. Esta suposición es un grave error. La inteligencia, estar integrados, debe tener a la madurez emocional como su punto causal. Ser listos o ingeniosos no nos hace inteligentes. La inteligencia, para ser auténtica, tiene que nacer en el corazón, en el cuerpo emocional, e irradiar a lo largo del Camino de la Conciencia hacia nuestras experiencias mental y física. Las actividades mentales y físicas desprovistas de madurez emocional no pueden ser definidas como inteligentes.

La historia es un mapa de la estela dejada por el impotente emocional. Todas las guerras, ya sea que las percibamos como instigaciones religiosas, políticas o económicas, son iniciadas por niños y niñas. Todo crimen y acto destructivo de anarquía que causa dolor y sufrimiento a otros, es cometido por niños y niñas. Todos los actos carentes de consecuencia de conciencia son cometidos por niños y niñas. Todas las organizaciones religiosas tradicionales, intolerantes de otras creencias, están fundadas y mantenidas por niños y niñas. Todas las actividades comerciales que causan daño a la vida en la tierra, son dirigidas por niños y niñas. Toda acumulación por el hecho de acumular es perpetrada por niños y niñas.

Emocionalmente, un niño y una niña es un ser humano que todavía depende de sus padres (o de otros a quienes han convertido en arquetipos paternos) para que satisfagan sus necesidades y deseos. Un niño todavía necesita una palmada en la espalda y una niña todavía necesita que le digan que se ve bonita, o viceversa. Niños son todos los que todavía necesitan que alguien les diga qué hacer, cuándo hacerlo, cómo hacerlo y que les califique qué tan bien lo hicieron. Esta necesidad de validación externa sobre la experiencia propia, provienen de una incapacidad de darnos a nosotros mismos esta calidad en el apoyo emocional.

Cuando nuestro comportamiento todavía está dirigido por la necesidad y el deseo de validación externa, todavía estamos en la etapa del niño y la niña en nuestro desarrollo emocional.

La causa de nuestra insuficiencia emocional, como ya lo discutimos, está en parte relacionada con el hecho de no haber experimentado ningún rito de pasaje auténtico hacia la adultez. Sin la guía que nos facilitara el paso a través de estos ritos de pasaje, estamos mal equipados emocionalmente para hacer elecciones que nos conduzcan a lo largo de corredores que promuevan el auto-desarrollo y por lo tanto la evolución. Somos por tanto vulnerables a seleccionar los pasajes que nos presentan, que detonas nuestro interés a través de su promesa de "cuidar de nosotros". Somos guiados hacia estos pasajes a través de nuestras necesidades y deseos no resueltos y no por nuestra intención de evolucionar. Somos atraídos automáticamente a corredores que nos prometen cosas, apoyo y felicidad. Hasta que conscientemente nos proponemos resolver nuestros estados emocionales no integrados, que ocasionan que seamos dirigidos no por lo que nos sirve, sino por nuestra necesidad y deseo, permanecemos atraídos a entrar a pasajes que no son más que cuentos de hadas.

Así que este es otro barómetro con el cual discernir si todavía somos emocionalmente "un niño" o "una niña": nuestra propensión a comprarnos el cuento de hadas de "vivir felices para siempre". Este cuento de hadas insidioso es el mismo para todos en el mundo moderno. Tiene pasos predeterminados que, si se siguen, prometen felicidad perfecta:

El Programa de 12 Pasos para "Vivir Felices Para Siempre":

- Terminar la escuela.

- Ir a la universidad.

- Enamorarse de una persona guapa/hermosa.

- Casarse.

- Iniciar una carrera profesional.

- Comprar una casa en un área adecuada (más un auto nuevo).

- Tener hijos.

- Obtener una promoción en el trabajo.

- Inscribir a los hijos en buenas escuelas.

- Retirarse rico, saludable y feliz.

- Ver a los hijos casados con parejas guapas/hermosas.

- Observar atardeceres con los nietos sobre la rodilla.

La búsqueda del "niño y la niña" es la creación de una familia perfecta, la carrera perfecta, y el futuro perfecto. La palabra "perfecto" es importante en todos los cuentos de hadas. El éxito de toda esta ilusión depende de la institución de "enamorarse y casarse" como el rito de pasaje necesario y apropiado, el paso que abre la puerta hacia esta tierra de fantasía. Sin embargo, este cuento de hadas no tiene sustancia. No tiene sustancia porque sin importar lo que el mundo nos imponga como un barómetro del éxito, el corazón no puede ser engañado.

Podemos perseguir este cuento de hadas testarudamente, a pesar de toda la evidencia de que no estamos cosechando todas las promesas de la felicidad eterna, y esto lo hacemos los humanos voluntariamente. Esto se debe a que no han sido abiertos otros corredores para nuestro desarrollo. Los pasajes que no se someten a este mapa socialmente aceptable, son percibidos como excepciones a la regla, riesgosos, ilusiones e improductivos. Cuando seguimos siendo niños y niñas emocionalmente, tenemos miedo de salirnos del juego porque no existe un apoyo externo para dicho comportamiento. "Enamorarse y casarse" es algo aceptado y apoyado por todos y por lo tanto es el pasaje que elegimos.

Afortunadamente, está sucediendo un cambio importante en la alcoba; el cuento de hadas se está rompiendo en pedazos. El matrimonio ha sido durante generaciones el clavo de ataúd para la ilusión de "enamorarse y vivir felices para siempre", y ahora muchos ya no tienen miedo de reconocer esto. Conforme nuestra familia humana despierta del estado de sueño de estas ilusiones, que es lo que nos está pasando a todos nosotros, la motivación para establecer y mantener dicha fantasía se está volviendo cada vez más difícil de mantener. Esto se ve en el rango creciente de divorcios, las familias con padres solteros, y personas que están eligiendo una carrera en lugar del matrimonio. Se está volviendo claro que el mapa de experiencia de vida que las generaciones pasadas aceptaron automáticamente, ya no es el "el pasaje correcto"; ¡no conduce a ningún lado!

Pero sin otra avenida para expresar nuestro dese innato de intimidad con otro, seguimos recorriendo este mismo corredor, solo que en una forma diferente:

- Vivimos juntos, pero no nos casamos.

- Tenemos muchas relaciones, pero evitamos cualquier compromiso serio.

- Hacemos intercambio de esposo o esposa, y exploramos las citas por internet.

- Nos volvemos célibes.

Pero, nada de esto lleva a nuestra conciencia hacia la experiencia que está buscando verdaderamente. Como niños y niñas, no sabemos qué es realmente lo que estamos buscando, mucho menos tenemos idea de cómo manifestarlo.

ELIGIENDO CRECER
Ya sea que elijamos el pasaje convencional que se nos ha presentado como un mapa para la felicidad, que prescribe "enamorarse y casarse" como la llave para la felicidad, o rechacemos esto y en su lugar contemplemos comportamientos en las relaciones que no son ortodoxos, seguimos buscando la intimidad auténtica de una forma u otra. Esto se debe a que la motivación para experimentar intimidad con otro, es una parte crucial de nuestra evolución. Pero, como no tomamos responsabilidad por nuestra propia condición emocional (eligiendo crecer emocionalmente), dichos esfuerzos permanecen como auto-destructivos y solo conducen hacia el miedo, la ira y el dolor. Siguen dependiendo de la pasión inconsciente, la gratificación instantánea y el egoísmo infantil. Subsecuentemente, a diferencia de los ritos de pasaje auténticos, se convierten en corredores hacia la inconsciencia, la fragmentación y el estancamiento.

El primer paso en la búsqueda del crecimiento, es hacernos conscientes de que nuestra motivación para entrar en corredores que no conducen a ningún lado, proviene de nuestra condición emocional no resuelta, y que hasta que no hagamos el trabajo interno para restaurar el equilibrio con nuestro propio corazón, permanecemos susceptibles a ser disparados hacia la búsqueda externa desesperada de objetos de utilería y medios ilusorios de apoyo.

Tenemos que comprometernos a convertirnos en nuestro propio medio de apoyo, para que no entremos a la experiencia de una relación, como un medio para que otro nos cargue.

Estar subdesarrollados emocionalmente no es un crimen; es un predicamento del planeta tierra. Existen muchos, muchos factores que contribuyen a este predicamento. Algunos son:

Estamos insatisfechos emocionalmente, porque nacimos en un mundo de padres emocionalmente insatisfechos.

No recibimos amor incondicional, porque nuestros padres no lo recibieron, y por lo tanto no pueden modelar un ejemplo para nosotros de lo que sería una experiencia así.

Nuestros padres se compraron la ilusión de que el matrimonio era un rito de pasaje hacia la felicidad, y después dudosamente nos la vendieron.

Nuestros padres pertenecen a una generación que se casó antes de adquirir un sentido auténtico del Ser, por lo que no había posibilidad de que modelaran para nosotros la necesidad de lograr dicho estado.

Debido a que nuestros padres no podían ver sus Seres auténticos, no podían ni ver ni valorar esto en nosotros; todo lo que veían era aquello en lo que querían que nos convirtiéramos, que necesitaban para poder sentirse satisfechos.

Al ser testigos de su comportamiento necesitado y deseoso, lo emulamos; nos hipnotizamos con la suposición de que "el amor es algo que tenemos que obtener de otro". Observamos a nuestros padres intentando obtener amor uno del otro, y nosotros a la vez intentamos obtener amor de ellos.

Nuestros padres, motivados por sus necesidades y deseos no resueltos, trataron incluso de obtener amor de nosotros. Si, nuestros padres nos trajeron al mundo pensando que esta era una forma para obtener amor. Debido a que el amor solo puede ser dado, no obtenido, todos los involucrados en esta danza inconsciente y emocionalmente inmadura, permanecen necesitados y deseos, amargados y desilusionados.

Pocos padres lo admiten, pero culpan a sus hijos por arruinar el cuento de hadas al que estaban entrando, la vida "feliz" que el mundo les prometió a través del camino del matrimonio.

La mayoría de los padres en este mundo, todavía son niños y niñas, y los niños y las niñas no están emocionalmente listos para casarse, mucho menos para educar hijos.

Todos estos factores impactan la condición de nuestro cuerpo emocional, manifestando circunstancias energéticas que parecen comportamientos necesitados y deseosos. Para el momento en el que cumplimos siete años de edad, este comportamiento necesitado y deseoso se vuelve parte de nosotros, hasta el punto en que pace normal. Pero, esto es locura, y nuestra gracia salvadora yace dentro de la búsqueda por romper este condicionamiento.

La intención de experimentar intimidad auténtica, es el viaje interior que nos lleva más allá de la pesadilla de tratar de emular a las generaciones anteriores "viviendo felices para siempre". Por lo general, solo estamos listos y dispuestos a considerar este viaje, a acercarnos a una "relación consciente" con alguien más, cuando nuestras ilusiones se han destrozado. El hecho de que nuestras ilusiones se destrocen con relaciones "fallidas", es el llamado de Dios para despertar de este predicamento. Desafortunadamente, nuestro corazón a veces necesita romperse en millones de fragmentos, antes de que estemos dispuestos a tomar responsabilidad por su condición. Por lo regular, primero tenemos que abrazar completamente las mentiras sobre el matrimonio entrando a la institución, antes de que esto suceda. Por lo tanto no nos juzguemos duramente sobre el pasado, sino que observemos nuestras experiencias con el ojo de la honestidad. La honestidad es el primer paso en este viaje para despertar a nuestro ser de este cuento de hadas. Para empezar necesitamos hacernos una simple pregunta:

¿Soy un niño/niña o soy un hombre/mujer?

Si pretendemos acercarnos a la experiencia de la intimidad auténtica con cualquier cantidad de integridad, es muy importante que reconozcamos nuestra condición emocional presente. Engañarnos con que estamos listos para una relación consciente cuando no lo estamos, cuando todavía nos estamos ahogando en un comportamiento necesitado o deseoso, nos conducirá inevitablemente a la disolución, el desengaño y la desesperación silenciosa. Solo atraeremos a alguien que nos refleje nuestra propia condición emocional.

Nuestro viaje hacia la intimidad auténtica no tiene que ver con encontrar a la pareja perfecta; tiene que ver con convertirnos en la pareja perfecta. No se trata de obtener amor; se trata de acordar crecer como un hombre o mujer que está listo y dispuesto para dar amor incondicionalmente. No tiene que ver con "vivir felices para siempre"; tiene que ver con comprometerse a una relación en la que la intención sea "estar presente y tan consciente como sea posible en cada momento que se presente". No se trata de encontrar a alguien con quien apoltronarse y establecer una rutina inconsciente; se trata de estar dispuestos a unirse a alguien en la carrera hacia dentro y hacia arriba, como una ruta consciente de entrada al reino vibratorio.

En cada coyuntura de nuestro viaje la herramienta que nos motiva hacia delante, o hacia atrás, es nuestra habilidad para ser honestos con nosotros mismos; ser honestos incluso si duele. El nivel de condicionamiento del que estamos buscando librarnos es profundo, y se engancha dentro de cada poro de nuestra experiencia humana. Es la conciencia de nuestro predicamento, percibido tan honestamente como sea posible, lo que transforma nuestro predicamento.

Aquí hay algunas preguntas que podemos hacernos. Responderlas honestamente activa la conciencia y por lo tanto la transformación. Verlas con la intención de dar las respuestas "que pensamos que son más maduras emocionalmente" es perder el punto. Si buscamos crecer honestamente este no es el momento para engañarnos. Si buscamos sinceramente un encuentro íntimo auténtico con otro, entonces tenemos que sostenernos en cada momento siendo honestos y auténticos.

¿Quiero enamorarme y estar con alguien especial?

¿Busco una relación porque me siento incómodo viviendo solo?

¿Creo que alguien más me puede hacer feliz?

¿Creo que la felicidad se puede lograr a través de una relación?

¿Busco un marido o esposa porque es lo correcto, o porque se supone que es lo que hay que hacer?

¿Busco casarme porque no quiero terminar solo cuando sea viejo?

¿Busco casarme porque es lo que se supone que pasa en mi cultura?

¿Quiero casarme porque mis amigos están casados, o porque mi familia piensa que ya es tiempo?

¿Siento que necesito tener hijos porque esto me va a completar de alguna forma?

¿Quiero tener hijos porque pronto yo también voy a ser viejo?

Si respondemos que si a cualquiera de estas preguntas, tenemos trabajo interno que hacer antes de estar listos para una relación consciente e íntima con otro ser humano. Decir que sí a cualquiera de estas preguntas, muestra que nuestra intención para estar con alguien está motivada inconscientemente por nuestras necesidades y deseos insatisfechos, por circunstancias externas, y no por nuestra preparación para una intimidad auténtica. Bajo dichas circunstancias estamos buscando un padre externo que ame a nuestro niño interior, o estamos buscando un niño exterior para poder convertirnos en el padre que deseamos haber tenido. O, estamos buscando niños externos como medios para hacer contacto con nuestro niño interior. Estamos buscando por lo tanto a alguien en quien apoyarnos, porque no hemos desarrollado la fortaleza emocional para ser ese apoyo emocional para nosotros mismos. Bajo estas circunstancias, entrar a una relación solo sirve para sedar temporalmente y para controlar nuestras necesidades y deseos, para no tener que enfrentarlos y ocuparnos de ellos.

Cuando somos niños y niñas, usamos las relaciones como un medio para distraernos de la condición auténtica de nuestros propios corazones.

Las necesidades y deseos subyacentes que emergen de todas las preguntas antes citadas, están basadas emocionalmente. La intención de una relación consciente e íntima no tiene que ver con "obtener" nada del otro, especialmente a nivel emocional; no se trata de satisfacer nuestras necesidades y deseos. Tiene que ver con dar, dar, dar, y solo tener la intención de dar sin ninguna condición sobre el amor que se da. Esta es la regla dorada:

Cuando entramos en una relación porque necesitamos o queremos algo, por "obtener", no podemos experimentar intimidad auténtica.

Entramos a una relación íntima auténticamente solo para dar, no para obtener. Para ser capaces de entrar desde este estado del ser, se requiere "crecer" hasta el punto en que nos convertimos en nuestros propios padres. De otra forma atraemos y somos atraídos inconscientemente a/por personas que quieren ser nuestros padres o que convertimos en nuestros padres. En el momento en que hacemos esto, toda intimidad se entorpece. ¿Quién quiere tener intimidad física con sus padres? Solo los niños y las niñas necesitan y quieren que sus padres se hagan cargo de ellos.

Una relación inconsciente nace de la necesidad y el deseo de que otro se haga cargo de nosotros.

Una relación consciente es una elección de explorar intimidad física, mental, y emocional como un rito de pasaje hacia la conciencia expandida.

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