domingo, 11 de abril de 2010

RELACIONES ESPECIALES: la psicologia del grupo intermedio



Extracto del libro de Gloria y Kenneth Wapnick Despierta del sueño.
Colección Fundación, editado por El Grano de Mostaza.
Estos son extractos de los libros de Kenneth Wapnick, ocasionalmente se han realizado algunas correcciones de estilo, pero el
contenido no se ha alterado en absoluto. Para distinguir los textos provinentes del Curso el cuerpo de la letra es menor y de color
Si buscamos honradamente en nuestro interior, como Un curso de milagros nos lo pide
reiteradamente, no podemos sino recordar nuestras relaciones de odio especial. Estas
incluirían no sólo a las personas a quienes odiamos y atacamos, pasadas y presentes, sino
también a las organizaciones, instituciones, religiones, a los sistemas políticos y
económicos, a otras naciones—sus políticas y sus líderes—a quienes responsabilizamos de
nuestros males personales y colectivos. Este odio o esta ira adopta muchas formas, desde
la más leve hasta la más extrema:
La ira puede manifestarse en cualquier clase de reacción, desde una ligera irritación hasta la furia más
desenfrenada. El grado de intensidad de la emoción experimentada es irrelevante. Te irás dando cuenta
cada vez más de que una leve punzada de molestia no es otra cosa que un velo que cubre una
intensa furia (L-pI.21.2:3-5).
Es esencial para el plan de salvación del ego que haya enemigos sobre quienes podamos
proyectar nuestro odio y posteriormente atacarlos. Sin ellos nos veríamos obligados a
enfrentar el odio de nosotros mismos, sobre lo cual el ego ya nos ha convencido de que
significaría una aniquilación segura. Para poder sobrevivir, por lo tanto, el ego nos dice
que tenemos que tener un enemigo, alguien a quien podamos culpar de la desgracia e
infelicidad que en última instancia es nuestra propia responsabilidad. Esto inevitablemente
origina una percepción de un mundo “nosotros-ellos ”, poblado con “chicos buenos ” y
“ chicos malos ”, víctimas y victimarios. Por lo tanto, continuamente nos identificamos
con las víctimas inocentes del mundo, quienes sufren injustificadamente a manos de
fuerzas “malvadas y sombrías ” que están más allá de su control. Mientras tanto, toda
nuestra culpa— “ malvada y sombría ”—permanece escondida en las “bóvedas ocultas ”
de nuestro inconsciente, protegidas para siempre por nuestra “justificada ” ira contra el
mundo externo.
La ira siempre entraña la proyección de la separación, lo cual tenemos que aceptar, en última instancia,
como nuestra propia responsabilidad, en vez de culpar a otros por ello. No te puedes enfada a no ser que
creas que has sido atacado, que está justificado contraatacar y que no eres responsable de ello en
absoluto. Dadas estas tres premisas completamente irracionales, se tiene que llegar a la conclusión,
igualmente irracional, de que un hermano merece ataque en vez de amor. ¿Qué se puede esperar de
premisas dementes, sino conclusiones dementes? La manera de desvanecer una conclusión demente es
analizando la cordura de las premisas sobe las que descansa. Tú no puedes ser atacado, el ataque no tiene
justificación y tú eres responsable de lo que crees (T-6.in.1:2-7).
A lo largo del lapso de tiempo registrado que llamamos historia, existe evidencia
abundante para demostrar cómo ha operado el sistema de pensamiento del ego. Al
percibir separación y carencia, y al considerarse desposeídas, diferentes culturas,
sociedades, tribus e imperios terminaron por atacar a otros a quienes consideraron
intrusos. Todo el tiempo, estos agresores justificaban sus ataques bajo el pretexto de varias
racionalizaciones, las cuales incluían imperativos económicos, necesidades políticas y
“ g uerras santas ”. Recordemos nuevamente, puesto que este capítulo trata de la psicología
del grupo intermedio, que desde el preciso momento de la separación los miembros del
grupo intermedio, dado el plan de salvación del ego, tenían que percibir al grupo sombrío
como externo a ellos. Por lo tanto, no es de extrañar que estos pensamientos de ataque
hayan continuado desde la separación hasta el presente. Desde aquel antiguo instante,
todas nuestras experiencias se han coloreado con las rojas gotas de la sangre que ha
fluido de la creencia original del Hijo de que él había asesinado a su Padre y Fuente. Las
páginas de la historia literalmente están empapadas con esta sangre, que sólo es el símbolo
del pensamiento original de ataque en contra de Dios. Esta tétrica descripción encuentra
un paralelo en este notable pasaje de Un curso de milagros que describe la religión de
asesinato y de muerte del ego:
Conocer la realidad significa no ver al ego ni a y sus pensamientos, sus obras o actos, sus leyes o
creencias, sus sueños o esperanzas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación y el
precio que hay que pagar por creer en él. Desde el punto de vista del sufrimiento, el precio que hay que
pagar por tener fe en él es tan inmenso que la ofrenda que se hace a diario en su tenebroso santuario es
la crucifixión del Hijo de Dios. Y la sangre no puede sino correr ante el altar donde sus enfermizos
seguidores se preparan para morir (L-pII.12.4).
En la actualidad estamos experimentando una era en la cual, debido a nuestra avanzada
tecnología, la comunicación es prácticamente instantánea. Es muy instructivo, cuando
vemos las noticias en televisión o las leemos en los periódicos diarios, observar la
naturaleza global de la psicología de este grupo intermedio la cual se extiende por toda la
población, todas las naciones y entre todos los líderes del planeta entero. La proyección
hace la percepción: Nuestra percepción de los acontecimientos mundiales se puede
reducir a esta ecuación:
La psicología individual de grupo intermedio que retenemos en nuestras mentes, más la psicología
ideológica y nacional de grupo intermedio que se nos enseña, es igual a nuestra visión mundial la cual
es una proyección del concepto del yo que hemos fabricado.
Debido a nuestra identificación con el plan de salvación del ego, todos nosotros estamos
tratando de encontrar aquellos chivos expiatorios que seguramente podemos atacar con
impunidad, al escondernos detrás de la “cara de inocencia ” que nos permite
identificarnos con lo “bueno ” en contra de lo “ malo ”. Esto lo hacemos como
individuo, pero además lo hacemos con varios grupos: familiares, religiosos, comunitarios
y nacionales. Además, todos los grupos no hacen sino representar estas dinámicas egoístas
del individuo en una escala colectiva:
Por esa razón, es posible hallar este rostro [de inocencia] con frecuencia arrasado de lágrimas ante las
injusticias que el mundo comete contra los que quieren ser buenos y generosos. Este aspecto nunca
lanza el primer ataque. Pero cada día, cientos de incidentes sin importancia socavan poco a poco su
inocencia, provocando su irritación, e induciéndolo finalmente a insultar y a abusar
descontroladamente.… ¿no es acaso un hecho harto conocido que el mundo trata ásperamente a la
inocencia indefensa? (T-31.V.3:2-4; 4:1)
Debido al falso concepto del yo que hemos construido y a nuestra necesidad de un
interés propio como protección, los intereses compartidos se desvanecen. El resultado de
esta situación engendra un miedo tremendo en todas las partes aparentemente separadas
de la Filiación, pues inconscientemente creemos que— “La culpa exige castigo ”—y que
los demás nos atacarán tal como los hemos atacado a ellos. Así que todos nos
mantenemos pegados al hipnotismo de nuestras falsas percepciones. “Mi país, (religión,
tribu, imperio, etc.) con razón y sin ella ” ha sido el toque de clarín de cada grupo desde
el comienzo de la separación, al enarbolar el pendón del interés propio que alardea del
triunfo sobre Dios y sobre la unidad de la Filiación. Ese ataque a los demás se racionaliza
entonces con la excusa de que necesitamos defendernos del contraataque, y el ciclo de
ataque-defensa del ego ha comenzado:
El mundo no ofrece ninguna seguridad. Está arraigado en el ataque.… [y] no puede sino ponerte a la
defensiva. Pues la amenaza produce ira, y la ira hace que el ataque parezca razonable, que ha sido
honestamente provocado y que está justificado por haber sido en defensa propia.… Los ciclos de ataque
y defensa, y de defensa y ataque, convierten las horas y los días en los círculos que atenazan a la mente
como gruesos anillos de acero reforzado, los cuales retornan, mas sólo para iniciar todo el proceso de
nuevo. No parece haber respiro ni final para este aprisionamiento que atenaza cada vez más a la mente
(L-pI.153.1:2-3; 2:1-2; 3:2-3).
Hay un pasaje en Un curso de milagros cuyas implicaciones, si se toman con seriedad, son
literalmente increíbles. Si se consideran con honradez, su significado eventualmente
conduciría a la libertad y a la salvación. El texto afirma:
Aprender este curso requiere que estés dispuesto a cuestionar cada uno de los valores que abrigas. Ni uno
solo debe quedar oculto y encubierto, pues ello pondría en peligro tu aprendizaje. Ninguna creencia es
neutra. Cada una de ellas tiene el poder de dictar cada decisión que tomas. Pues una decisión es una
conclusión basada en todo lo que crees (T-24.in.2:1-5).
Al discutir la naturaleza ilusoria de nuestros problemas, el libro de ejercicios plantea el
mismo punto:
Quizá no logres abandonar todas tus ideas preconcebidas, pero eso no es necesario. Lo único que es
necesario es poner mínimamente en duda la realidad de tu versión de lo que son tus problemas
(L-pI.79.8:2-3).
Este es el “poquito de buena voluntad ” al cual se refiere el Curso en otro lugar como lo
único que nos pide el Espíritu Santo. Como un ejercicio de honradez, por lo tanto,
podemos comenzar a buscar con cuidado en nuestras mentes con la buena voluntad de
cuestionar cada valor que sustentamos. A primera vista nos podría parecer como un
ejercicio fácil. Sin embargo, cuando comencemos a hacerlo inevitablemente nos daremos
cuenta de la enorme resistencia que tenemos a cuestionar nuestras sacrosantas
presunciones—valores que hemos asumido como nuestra propia identidad y personalidad
Hay muchos enfoques distintos para llevar a cabo este ejercicio. Los siguientes son dos
ejemplos: Desde que nos levantemos por la mañana hasta que nos acostemos por la
noche, podemos tomar la decisión de vigilar todos los pensamientos, palabras, y hechos
con el fin de ver el apego que tenemos a ciertos valores. Un ejercicio alterno es hacer un
listado de todos los valores que sustentamos bajo las siguientes categorías: relaciones
personales y profesionales, creencias religiosas y espirituales, y valores políticos,
económicos y sociales. Después de haber hecho el listado de todos nuestros valores
conscientes podemos entonces proceder a cuestionar incluso por qué sustentamos estos
valores. Como enseña Un curso de milagros, siempre debemos hacernos esta única
pregunta con relación a todo en el mundo: ¿Para qué es? ¿Cuál es su propósito? ¿Qué
significa lo que estoy contemplando? Supongamos que debido a nuestro sistema de
creencias y a nuestra mente condicionada, uno de nuestros valores políticos es la
eliminación de un sistema ideológico en todas sus formas, oriental u occidental. Sería
instructivo investigar por qué a nosotros como nación nos disgustan los sistemas
ideológicos, políticos, o económicos distintos de los nuestros. ¿Por qué, como una nación
individual y como ciudadanos individuales, tenemos tan gran inversión en limpiar al
mundo de una ideología que consideramos indigna, malvada y temible? ¿Cuándo
nos nombró Dios sus supremos comandantes, generales y tenientes primeros para hacer
cumplir las leyes y valores que El jamás estableció? Este es un ejemplo supremo de la
mentalidad de grupo intermedio, tan abarcador que casi nadie ha escapado de la misma.
En cualquiera de sus formas el nacionalismo se basa claramente en la psicología nosotros-
ellos del grupo intermedio, y por tal razón es fácil entender lo inevitable de su adopción
casi universal a lo largo de la historia. Del mismo modo que en el nivel individual la
relación de odio especial sostiene al sistema del ego que la engendró, asimismo su
expresión nacionalista cumple el mismo propósito en una escala mayor. Se asegura la
sobre vivencia del ego, incluso a “expensas ” de la destrucción del mundo externo. ¿Para
qué es? ¿Y cuál es la consecuencia de tal posición nacionalista en nuestras vidas
individuales? Ante todo, provee un maravilloso chivo expiatorio sobre el cual proyectar
nuestra culpa, y al oponernos a cualquier “ismo ” como un “ mal ” hacemos real en
nuestras mentes el error de la separación. Esto, por supuesto, es exactamente lo que el ego
quiere. Además, el oponerse a los “adversarios ” —como, por ejemplo, oponerse a la
guerra mediante actividades de paz con una actitud de odio y de separación—también
hace real el error de la separación, y así puede ser también una forma de caer en una
trampa. Jamás se debe subestimar la sutileza del ego. Cuando de valores religiosos se trata,
encontramos exactamente la misma dinámica al observar los juicios que se emiten en
torno al ateo, al no-creyente o el hereje, desde sutiles pronunciamientos teológicos hasta
la condenación abierta. Independientemente de la forma de estos juicios, el resultado es el
mismo: la exclusión de algunos de los Hijos de Dios de Su Reino. He aquí la psicología de
grupo intermedio en su forma más flagrante, la cual se hace pasar por un mensaje de
interés, amor y salvación a través de unos ministros de Dios que se han nombrado a sí
mismos en contra de todos aquellos que no creen en su verdad y en la “Palabra de
Dios ”. Esta división, falta de unidad, este odio, y ataque no reflejan sino la mentalidad
original de grupo intermedio que hizo real al pecado de la separación y que dividió a la
Filiación en “ buena ” y “ mala ”, “luz y sombra ”, “santa ” e “impía ” y “salvada ” y
“ condenada ”. Una vez más, los miembros del grupo intermedio se habían adjudicado a sí
mismos la posición de portavoces elegidos por dios y defensores de la fe. En contraste, el
grupo de Luz quería que mirásemos más allá del error tanto de los miembros del grupo
sombrío como de los miembros del grupo intermedio, como vemos en el siguiente
Sueña dulcemente con tu hermano inocente, quien se une a ti en santa inocencia. Y el Mismo Señor de
los Cielos despertará a su Hijo bienamado de este sueño. Sueña con la bondad de tu hermano en vez de
concentrarte en sus errores. Elige soñar con todas las atenciones que ha tenido contigo, en vez de contar
todo el dolor que te ha ocasionado. Perdónale sus ilusiones y dale gracias por toda la ayuda que te ha
prestado. Y no desprecies los muchos regalos que te ha hecho sólo porque en tus sueños él no sea
perfecto. El representa a su Padre, a Quien ves ofreciéndote tanto vida como muerte (T-27.VII.15).
El mismo ejercicio que discutimos antes bajo odio especial— someter todos nuestros
valores al criterio “¿Para qué es ”?—es también pertinente a aquellas relaciones que Un
curso de milagros llama “amor especial ”. En un mundo de multiplicidad diversa,
tendemos a excluir estas relaciones de amor especial del escrutinio que se nos pide. Sin
embargo, son estas relaciones las que constituyen las armas más efectivas en el arsenal del
ego, y las que justifican la enseñanza del Curso de que éstas son la morada de la culpa y
únicamente un fino velo que cubre la cara del odio especial. Las relaciones de amor
especial—desde la más casual hasta la más íntima—son intentos de mantener alejados de
nuestra conciencia a la culpa y al odio de nosotros mismos, y evitar de ese modo el agudo
dolor que dicha conciencia ocasionaría. El punto de partida aquí es la creencia en la
escasez, i.e., que existe un profundo sentido de no ser completo o una gran carencia en
nosotros. Este es un aspecto esencial de nuestra experiencia de culpa. Un curso de
milagros explica el principio de escasez en el contexto específico de la separación:
Si bien en la creación de Dios no hay carencia, en lo que tú has fabricado es muy evidente. De hecho,
ésa es la diferencia fundamental entre lo uno y lo otro. La idea de carencia implica que crees que estarías
mejor en un estado que de alguna manera fuese diferente de aquel en el que ahora te encuentras. Antes de
la “separación”, que es lo que significa la “caída”, no se carecía de nada. No había necesidades de
ninguna clase. Las necesidades surgen debido únicamente a que tú te privas a ti mismo. Actúas de
acuerdo con el orden particular de necesidades que tú mismo estableces. Esto, a su vez, depende de la
percepción que tienes de lo que eres.…Esa sensación de separación jamás habría surgido si no hubieses
distorsionado tu percepción de la verdad, percibiéndote así a ti mismo como alguien necesitado
(T-1.VI.1:3-10; 2:2).
Obviamente, no deseamos caminar por ahí sintiendo conscientemente que hay algo
inherentemente erróneo o incompleto a nosotros mismos. Además, hemos fabricado una
fuerte individualidad o concepto del yo que nos protege de esta conciencia. Es este
concepto del yo de pecado y de culpa, cuyo centro inconsciente es la creencia en la
escasez, lo que constituye la más sagrada ciudadela en el reino del ego. Este falso yo que
hemos fabricado utiliza y manipula las relaciones para satisfacer sus percibidas
necesidades neuróticas, sin darse cuenta de que el utilizar y manipular a otros constituye
un ataque hacia ellos, con lo cual se refuerza la culpa que astutamente hemos aislado en el
ámbito inconsciente. En resumen, las relaciones de amor especial son aquellas en las
cuales nos permitimos hacernos dependientes de otras personas como una forma de
sustituir nuestra dependencia de Dios. En lugar de volvernos hacia El, o hacia el Espíritu
Santo, en busca de solución para nuestro percibido problema de carencia, de culpa y de
odio de nosotros mismos, tratamos de rodearnos de relaciones de amor especial que nos
“ p rotegerán ” de tener que hacer frente a esta culpa. Un curso de milagros comenta:
No hay nadie que venga aquí que no abrigue alguna esperanza, alguna ilusión persistente o algún sueño
de que hay algo fuera de sí mismo que le puede brindar paz y felicidad. Si todo se encuentra en él, eso
no puede ser verdad. Y así, al venir a este mundo, niega su propia verdad y se dedica a buscar algo que
sea más que lo que es todo, como si una parte de ese todo estuviese separada y se encontrase donde el
resto no está. Este es el propósito que le confiere al cuerpo: que busque lo que a él le falta y que le
provea de lo que le restauraría su plenitud. Y así, vaga sin rumbo, creyendo ser lo que no es, en busca
de algo que no puede encontrar (T-29.VII.2).
Sin embargo, estas relaciones jamás deshacen nuestra culpa verdaderamente; más bien, la
relación de amor especial hace la culpa real en nuestras mentes al hacer real la necesidad
de desarrollar relaciones de dependencia las cuales nos defenderán de la angustia de
nuestra culpa. Utilizamos a otros como una cubierta de modo que ya no tengamos que
experimentar conscientemente la angustiosa presencia de la culpa. Nuestro “amor ” por
otro se contamina de ese modo al tener nosotros la necesidad de que otros nos provean un
concepto del yo más aceptable que sea lo opuesto de la inaceptable imagen horrible la
cual no soportamos tener que mirar. Esa es la razón por la cual Un curso de milagros
afirma que el amor sin ambivalencia es imposible en este mundo (T-4.III.4:6). Las
atracciones que sentimos por otras personas están coloreadas por esta necesidad
inconsciente de depender de que le agrademos a los demás y de recibir su aprobación—
como niños, padres, amantes, cónyuges, discípulos, terapeutas, amigos, compañeros de
trabajo, etc. Nuestro amor por los demás, por lo tanto, no es por Quiénes son—el Cristo—
sino por lo que ellos pueden hacer por nosotros en términos de satisfacer nuestras
necesidades egoístas, en cualquier forma que simbolice la satisfacción de mi exigencia
inconsciente de que se me proteja de mi culpa. Es así cómo este amor es condicionado
por la capacidad de las personas de convertirse en esta cubierta de amor especial para
nuestra culpa. El amor especial cambia rápidamente a su odio subyacente, no obstante,
cuando ya no se satisfacen nuestras necesidades. Como enseña la psicología: La
dependencia engendra desprecio. En otras palabras, te amo mientras cumples con mis
expectativas y satisfaces mi necesidad; pero tan pronto dejas de satisfacer esta necesidad
i.e., o bien porque cambias o porque mis aparentes necesidades cambian—la culpa
comienza a aflorar en mi mente consciente. Siguiendo el plan de salvación del ego, mi
experimentado miedo y mi ansiedad me llevan a culparte por mi incomodidad. Te has
convertido, pues, en la causa de mi infelicidad, y has cambiado tu papel de salvador por el
de enemigo. El amor especial se ha tornado en el odio que siempre fue, y ahora tengo
una justificación para descartarte como “socio en el amor ” y buscar otro: “Siempre es
posible encontrar otro ” (L-pI.170.8:7). Todo el mundo en este planeta ha
experimentado este dilema pues ninguno de nosotros se escapa de la más fundamental de
todas las relaciones de amor especial o dependencia, aquella de un niño con sus padres,
reales o substitutos. Para resumir la dinámica de las relaciones de amor especial,
utilicemos la siguiente imagen: Imaginen un armario en el cual se guarda la culpa
aterradora que no podemos decidirnos a mirar. Nuestras mentes conscientes están en la
habitación fuera del armario, y no quieren saber de esta oscuridad psicológica. La puerta
del armario sirve para detener y mantener ocultos al pecado y a la culpa tan temidos. Es,
pues, imperativo que esta puerta permanezca herméticamente cerrada, no sea que nuestra
culpa se escape hacia la conciencia y nos obligue a lidiar con su dolor y su angustia. El
armario, por lo tanto, representa al inconsciente donde se mantienen “los pecados
secretos y odios ocultos ” (T-31.VIII.9:2). La relación de amor especial es la puerta que
nos “protege ” de tener que mirar el interior del armario de nuestras mentes y
contemplar el pecado y la culpa que el ego nos dice que nos destruirá. En conclusión,
nuestras relaciones especiales son mini guerras en las cuales creemos que estamos
luchando en contra del enemigo externo para protegernos del enemigo interno. En todas
ellas, “no haces sino revivir ese instante en el que la hora del terror ocupó el lugar del
amor ” (T-26.V.13:1). Es así como todas y cada una de las relaciones especiales se
convierten en espantosos recordatorios de aquel instante de la separación cuando creímos,
en nuestra locura, que habíamos asesinado a Dios y a Cristo, y nos habíamos apoderado
del trono de la creación. La absoluta demencia de tal sistema de pensamiento está
pintorescamente caracterizada en el siguiente pasaje:
¿No te das cuenta de que una guerra contra ti mismo sería una guerra contra Dios? Y en una guerra así,
¿es concebible la victoria? Y si lo fuese, ¿la desearías? La muerte de Dios, de ser posible, significaría tu
muerte. ¿Qué clase de victoria sería ésa? El ego marcha siempre hacia la derrota, porque cree que puede
vencerte. Dios, no obstante, sabe que eso no es posible. Eso no es una guerra, sino la descabellada
creencia de que es posible atacar y derrotar la Voluntad de Dios. Te puedes identificar con esta creencia,
pero jamás dejará de ser una locura. Y el miedo reinará en la locura, y parecerá haber reemplazado al
amor allí (T-23.I.2:1-10).
Todas nuestras relaciones especiales son, pues, ejemplos de la mentalidad del grupo
intermedio la cual se fundamenta en la percepción de “chicos buenos ” (amor especial—
nosotros y nuestros aliados del grupo intermedio) y “chicos malos ” (odio especial—
grupo sombrío). Nos aliamos con quienes apoyan nuestra necesidad de proyectar sobre
un enemigo que se percibe fuera de nosotros. Nuestros compañeros de amor especial
hacen posible de ese modo que nos sintamos bien con nosotros mismos y que neguemos
nuestros sentimientos subyacentes de odio de nosotros mismos, mientras que nuestros
compañeros de odio especial nos proveen la justificación para que veamos nuestro odio
en el exterior. Esta dilema parece irremediablemente insoluble, puesto que nuestra culpa
inconsciente nos incita continuamente a formar esta “interminable e insatisfactoria
cadena de relaciones especiales ” (T-15.VII.4:6). Estas sólo refuerzan la culpa subyacente,
y conducen a un aparentemente interminable ciclo vicioso del cual no parece haber
Continuamente acuciados por la salvaje locura del ego de protegernos de nosotros
mismos, le declaramos la guerra al mundo, a veces abiertamente (odio especial), y a veces
bajo la apariencia del amor (amor especial). Detrás de cada ataque está el Padr
salvaje
que inventamos, en contra de cuya venganza, creemos en nuestra locura, nuestras
relaciones especiales nos proveen defensa. Mas detrás de este salvajismo inventado de
Dios hay aún una Figura final: nuestro Creador amoroso Quien jamás ha acallado Su
Llamada para despertarnos de nuestro sueño demente. Es Su Amor el que el amor del ego
oculta, pero el cual espera pacientemente porque elijamos el perdón que nos retornará a la Cordura.

LA TRINIDAD IMPIA—PECADO, CULPA, MIEDO



Extracto del libro de Gloria y Kenneth Wapnick Despierta del sueño.
Colección Fundación, editado por El Grano de Mostaza.
Estos son extractos de los libros de Kenneth Wapnick, ocasionalmente se han realizado algunas correcciones de estilo, pero el
contenido no se ha alterado en absoluto. Para distinguir los textos provinentes del Curso el cuerpo de la letra es menor y de color
Al pasar por nuestras vidas y hacerle frente a los retos y trastornos en los niveles tanto de
desarrollo como en el cotidiano, no es muy práctico o útil que se nos diga que el mundo
y el cuerpo con los cuales estamos tan identificados son meras ilusiones, producto de un
sistema de pensamiento ilusorio. Mas Un curso de milagros nos dice repetidamente cuán
práctico es, y en efecto afirma:
El cuerpo es sencillamente parte de tu experiencia en el mundo físico. …es casi imposible negar su
existencia en este mundo. Los que lo hacen se dedican a una forma de negación particularmente indigna
Con esto en mente hablamos del segundo nivel (Nivel Dos), el cual se bosqueja en la
gráfica. En este nivel, el mundo se ve como una escuela en el cual aprendemos lecciones,
y no se niega o se ignora como una mera ilusión. Mas bien se nos estimula a “estar en el
mundo mas no ser del mundo ” (Juan 15:19). ¿Qué significa esto en la practica? Al
referirnos a la gráfica vemos que el Nivel Dos consiste de la distinción entre la “ mente
errada ” y la “mente correcta ”. Ambas reflejan una manera de ver el mundo físico
basada en un sistema de pensamiento subyacente. Sólo tenemos dos opciones: la mente
errada, que es el ámbito del ego; y la mente correcta, que es el hogar del Espíritu Santo.
La meta de la mente errada del ego es perpetuar el síndrome original de pecado culpa-
miedo, mediante el cual asegura la continuidad del ego. Por otra parte, la meta de la
mente correcta, la morada del Espíritu Santo, es deshacer el pensamiento de la mente
errada por medio del perdón y despertarnos a la conciencia de que jamás hemos
abandonado la casa de nuestro Padre. Un curso de milagros nos recuerda:
“Tú eres un extraño aquí [este mundo]. Pero le perteneces a Aquel que te ama como El se ama a Sí
Mismo” (C-ep.2:1-2).
Puesto que hay que hacer una elección entre estas dos alternativas, hablamos además de
una tercera parte de esta mente separada, el aspecto que elige. En la gráfica le hemos
llamado el “tomador de decisiones ”. Anteriormente se dijo: el Hijo de Dios está
dormido, y hablamos de dos voces a su disposición de las cuales él podía elegir: la Voz
del Espíritu Santo que habla por Dios o la voz del ego que habla a favor de la culpa y del
miedo. Discutiremos el sistema de pensamiento del ego en este capítulo y en el próximo,
lo cual nos ayudará a adquirir conciencia de la dinámica de éste de manera que podamos
hacer otra elección, la elección a favor de Dios. El Curso comenta que debido al conflicto
en nuestras mentes, elegimos en contra de la dicha que en verdad anhelamos:
Hacer la Voluntad de Dios perfectamente es el único gozo y la única paz que pueden conocer
plenamente, al ser la única función que se puede experimentar plenamente. Cuando esto se alcanza,
ninguna otra experiencia es posible. Desear otra experiencia, no obstante, obstaculiza su logro porque la
Voluntad de Dios no es algo que se te pueda imponer, ya que para experimentarla tienes que estar
completamente dispuesto a ello (T-8.III.2:1-3).
En nuestra presentación de los sistemas de pensamiento del ego y del Espíritu Santo, y la
necesidad de que se elija entre los dos, esencialmente estamos presentando la posición del
grupo de Luz y la posición del grupo sombrío tal y como se experimentan dentro del
grupo intermedio, el cual eventualmente “elige de nuevo ” y regresa al Hogar. Parece
claro, dicho sea de paso, que al igual que muchos caminos espirituales, Un curso de
milagros está dirigido hacia el grupo intermedio, pues es éste el que experimenta el
conflicto entre las dos voces. Obviamente el grupo de Luz no tiene necesidad de despertar
del sueño, mientras que los miembros del grupo sombrío están disfrutando del producto
final de su experimento, bastante felices de poder destruir lo que han fabricado. Su culpa
está más profundamente reprimida que la del grupo intermedio, y por consiguiente
menos accesible a examen y a corrección. Cuando el grupo intermedio desista de
oponerse al grupo sombrío, como veremos en el Capítulo 8, ese grupo también se sanará.
En Un curso de milagros, dicho sea de paso, Jesús nos advierte que no debemos pensar en
el ego como si éste fuese una cosa, la cual está separada e independiente de nuestras
Me he referido al ego como si fuera una entidad separada que actúa por su cuenta. Esto ha sido necesario
para persuadirte de que no puedes descartarlo a la ligera y de que tienes que darte cuenta de cuán extensa
es la parte de tu pensamiento que él controla.…El ego no es más que una parte de lo que crees acerca de
ti. Tu otra vida ha continuado sin ninguna interrupción, y ha sido, y será siempre, completamente
inmune a tus intentos de disociarte de ella (T-4.VI.1:3-4,6-7).
Por lo tanto, ya que hemos discutido el paradigma de cómo surgieron el mundo y los
individuos en el mismo, ahora exploramos esas mismas dinámicas del ego tal y como se
expresan en los individuos: la trinidad impía de pecado, culpa y miedo, y su impacto en
cada psiquis individual. Contrario a la creencia popular, los niños no nacen inocentes en
este mundo. Cada niño o entidad trae consigo todo el odio ontológico a sí mismo (culpa)
y el terror de aquel instante original de la separación, por el cual no se ha perdonado aún.
El simple hecho de que nace en un cuerpo da testimonio de la aparente realidad de lo que
él cree haberle hecho a Dios y a Cristo. Cada experiencia física y psicológica refuerza la
identificación ego-cuerpo, y de ese modo lleva consigo la horrible y dolorosa memoria
del instante original de la separación.*
Así pues, tenemos el fundamento básico del sistema de pensamiento de todos los que
transitan este mundo, “solos, inseguros y presos del miedo ” (T-31.VIII.7:1). Sentimos
que hemos atacado a nuestro Creador y que nos hemos atacado unos a otros debido a
nuestro “pecado ” de separación, del cual dan testimonio los cuerpos separados. La culpa
es la experiencia psicológica de esta creencia en el pecado, y se puede definir como la
totalidad de todos nuestros pensamientos negativos, sentimientos y creencias acerca de
nosotros mismos. Estos incluirían los sentimientos de insuficiencia, inferioridad,
indignidad, incompetencia, el no ser completo, vergüenza, odio a sí mismo, y una creencia
de que nuestro estado es tan miserable que es imposible que alguien, incluso Dios,
pudiese amarnos. Una de las características más devastadoras de la culpa es que siempre
exige castigo por nuestra “ maldad ” . Así pues, vivimos en el mundo temerosos del castigo
“ inevitable ” que nos acontecerá: “Ayer fue horrible, hoy es terrible, mañana ni pensar ” .
El origen de todo miedo, por lo que quiero, sino que obro el mal que no quiero ”
(Romanos 7:19). En una era más sofisticada psicológicamente podemos entender mejor
este dilema, al reconocer la dinámica de la negación (utilizada por el Curso como
sinónimo de represión). Al igual que Freud recalcaba que la meta del psicoanálisis era
hacer consciente lo inconsciente, asimismo Un curso de milagros tiene como meta
deshacer el miedo que nos lleva a la represión de lo que el ego ha juzgado como
peligroso. Ya hemos descrito la cantidad de terror que se experimentó en la aparente
separación de Dios. Nadie puede transitar este mundo con esa cantidad de miedo en su
estado de percepción consciente. Por lo tanto, la mente dividida del ego empuja la
memoria de este aparente suceso hacia el inconsciente, con la esperanza mágica de que,
tal como el avestruz asustado, aquello que no puede verse (o recordarse) ya no está ahí.
Como afirma Un curso de milagros, en el contexto de la creencia del ego de que está en
* La única excepción es el ejemplo aislado de un ser verdaderamente iluminado, llamado avatar o bodhisatva
en oriente, y en el Curso un “Maestro de maestros”. Estos serían los miembros del grupo de Luz quienes han
aceptado la Expiación para sí mismos, y han elegido aparecer en el mundo de la ilusión para enseñar que el
mundo no existe. Sin embargo, como afirma Un curso de milagros, estos ejemplos son tan raros que a duras
penas es necesario discutirlos aquí (M-26.3).
Olvídate de la batalla. Acéptala como un hecho y luego olvídate de ella. No recuerdes las ínfimas
probabilidades que tienes de ganar. No recuerdes la magnitud del “enemigo” ni pienses cuán débil eres en
comparación con El. Acepta tu estado de separación, pero no recuerdes cómo se originó. Cree que has
ganado la batalla, pero no conserves el más mínimo recuerdo de Quién es realmente tu formidable
“contrincante” (M-17.6:5-10).
Podemos comparar nuestra culpa con un iceberg, cuyo mayor volumen yace bajo la
superficie del agua de modo que lo único visible es la punta. De forma análoga, nuestra
experiencia consciente de la culpa es sólo la punta de una mayor experiencia del odio
enorme de sí mismo del cual ni siquiera tenemos conciencia, por haberlo empujado hacia
el inconsciente. Un curso de milagros enseña que “ Nada que te hayas negado a aceptar
puede ser llevado a la conciencia ” (T-3.VI.4:4). Así pues, el ego completa la primera
parte de su plan para “salvarnos ” de nuestra culpa al aconsejarnos que la saquemos de la
conciencia, y que finjamos que lo que hemos hecho real ya no está ahí.
Sin embargo, la culpa reprimida no se ha ido a ninguna parte, y permanece al acecho
dentro de nuestras mentes, en espera, por decirlo así, del momento oportuno para golpear
nuestra conciencia. Así que el ego tiene una segunda táctica en su plan para protegernos
de la arremetida de nuestra culpa y nuestro miedo: la proyección. Ya hemos visto esta
dinámica en función al fabricar al mundo. En ese instante ontológico, el grupo
intermedio le prestó atención a la voz del ego, le dio la espalda al mensaje del grupo de
Luz, y procuró negar su aceptada culpabilidad por la separación y culpar por ésta al
grupo sombrío. Esta proyección del pensamiento de separación en contra del grupo
sombrío, para plantearlo una vez más, condujo al origen del mundo físico de separación.
En el nivel individual, repetimos la misma dinámica. Incapaces de tolerar la angustia del
odio a nosotros mismos (culpa), seguimos el consejo del ego de no verla en nuestro
interior, sino en alguien más (proyección). Así que hemos tomado nuestra percibida
culpa, primero la negamos en nosotros mismos y luego la ubicamos afuera. De esta
manera, el ego nos ha convencido de que hemos escapado de nuestra culpa exitosamente.
Como afirma Un curso de milagros:
El mundo no hace sino demostrar una verdad ancestral: creerás que otros te hacen a ti exactamente lo que
tú crees haberles hecho a ellos. Y una vez te hayas engañado a ti mismo culpándolos, no verás la causa
de sus actos porque desearás que la culpabilidad recaiga sobre ellos. ¡Cuán infantil es la insolente
maniobra de querer defender tu inocencia descargando tu culpabilidad fuera de ti mismo, aunque sin
deshacerte de ella! No es fácil percibir tal ironía cuando lo que tus ojos ven a tu alrededor son sus graves
consecuencias, mas no su frívola causa (T-27.VIII.8:1-4).
Sin embargo, lo que el ego no nos ha dicho es que su plan para salvarnos de la culpa es la
manera perfecta de aferrarnos a ella. La proyección de la culpa, como exploraremos en
mayor profundidad en el próximo capítulo, siempre conlleva un ataque. Tratamos de
culpar a otro por lo que nos estamos culpando secretamente a nosotros mismos, aunque
esto puede adoptar distintas formas. No obstante, en algún nivel sabemos que nuestro
ataque es injustificado puesto que su causa, no importa cuáles sean las circunstancias
externas, descansa con nuestro deseo inconsciente de evadir el tener que mirar a nuestros
yos egoístas. Así que nuestro ataque no puede sino hacernos más culpables aún. Y así se
cierra el círculo: Comenzamos con nuestra culpa la cual negamos y proyectamos luego,
sólo para sentirnos culpables por estos ataques de proyección. Este es el ciclo culpa
ataque el cual constituye la más importante arma táctica del ego en su guerra contra Dios.
Tal es el plan de salvación del ego, el cual Un curso de milagros describe de este modo:
El ego siempre intenta perpetuar el conflicto [i.e.,culpa]. Es suma-mente ingenioso en encontrar
soluciones que parecen mitigar el conflicto, ya que no quiere que el conflicto te resulte tan intolerable
que decidas renunciar al él. Por lo tanto, trata a toda costa de persuadirte de que él puede librarte del
conflicto, no sea que lo abandones y te liberes ti mismo (T-7.VIII.2:2-4).
El plan del ego para la salvación se basa en abrigar resentimientos. Mantiene que, si tal persona actuara
o hablara de otra manera, o si tal o cual acontecimiento o circunstancia externa cambiase, tú te
salvarías. De este modo, la fuente de la salvación se percibe constantemente como algo externo a ti.
Cada resentimiento que abrigas es una declaración y una aseveración en la que crees, que reza así: “Si
esto fuese diferente, yo me salvaría” (L-pI.71.2:1-4).
En otra parte, Un curso de milagros describe las formas más sofisticadas en que el ego
ejecuta su plan. Nos recuerda nuestro mito, y citamos parte de la descripción del Curso:
Sueñas que tu hermano está separado de ti, que es un viejo enemigo, un asesino que te acecha en la
noche y planea tu muerte, deseando además que sea lenta y atroz. Mas bajo este sueño yace otro, en el
que tú te vuelves el asesino, el enemigo secreto, el sepultador y destructor de tu hermano así como del
mundo. He aquí la causa del sufrimiento, la brecha entre tus míseros sueños y tu realidad. La pequeña
grieta que ni siquiera ves, la cuna de las ilusiones y del miedo, el momento de terror y de un odio
ancestral, el instante del desastre, están todos aquí. He aquí la causa de la irrealidad. Mas es aquí donde
se des-hará. Tú eres el soñador del mundo de los sueños. Este no tiene ninguna otra causa, ni la tendrá
jamás. Todo lo que aterrorizó al Hijo de Dios y le hizo pensar que había perdido su inocencia, repudiado
a su Padre y entrado en guerra consigo mismo no es más que un sueño fútil (T-27.VII.12:1–13:3).
La proyección de la culpa adopta dos formas básicas, lo que Un curso de milagros llama
las relaciones de odio especial y de amor especial. En el próximo capítulo, examinaremos
la dinámica específica de las relaciones especiales, y veremos cómo la consecuencia de
ambas es el reforzar la culpa lo cual es crucial para la existencia del ego.
1. f. Parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales.
1. f. Parte de la filosofía que trata del ser en cuanto tal, y de sus propiedades, principios y causas primeras.
1. adj. Que se comunica o extiende a otras cosas.
2. adj. Que es de mucha importancia o gravedad, por sus probables consecuencias.
3. adj. Fil. Se dice de los conceptos que se derivan del ser y se aplican a todos los entes.
4. adj. Fil. En el kantismo, se dice de lo que se refiere a la realidad pero excede de los límites de la experiencia.

NIVEL UNO: DIOS O EL EGO



Extracto del libro de Gloria y Kenneth Wapnick Despierta del sueño.
Colección Fundación, editado por El Grano de Mostaza.
Estos son extractos de los libros de Kenneth Wapnick, ocasionalmente se han realizado algunas correcciones de estilo, pero el
contenido no se ha alterado en absoluto. Para distinguir los textos provinentes del Curso el cuerpo de la letra es menor y de color
El Nivel Uno refleja el drama cósmico que parece enfrentar a Dios con el ego en una
lucha por la supremacía.
Son estados que se excluyen mutuamente Dios y el ego, el Cielo y el mundo, la verdad y
la ilusión, no hay un punto de encuentro entre ellos.
Por otra parte en el Nivel Dos tenemos las enseñanza práctica del perdón.
El Espíritu Santo es la Respuesta de Dios en el instante en que el pensamiento de
En el instante en que la idea de la separación se introdujo en la mente del Hijo de Dios, en ese mismo
instante Dios dio Su Respuesta (M-2.2:6).
El Espíritu Santo, como la Voz que habla por Dios, permanece presente siempre en la
mente del Hijo dormido. Continuamente provee la respuesta al pensamiento de separación
del ego, presente en la mente del Hijo que duerme.
El ego raramente experimenta la presencia del Espíritu Santo como un consuelo. Lo
percibe como una intrusión, un ataque que le recuerda a la mente dormida del Hijo el
mensaje de la Expiación. El mensaje nos dice: que en verdad la separación jamás ocurrió,
por lo cual no es nada más que un sueño ilusorio.
Nada real puede ser amenazado.
En esto radica la paz de Dios (T-in.2:2-4).
La única alternativa que nos queda dentro de la creencia en el estado de post-separación
fluctúa entre ser anfitrión de Dios al escuchar Su Voz o ser rehén del ego. Sin embargo, si
la mente dormida del Hijo escucha la “Voz suave” del Espíritu Santo, despertará del
sueño de separación y el ego desaparecerá:
Los Pensamientos de Dios [a través del Espíritu Santo] son inaceptables para el ego porque apuntan
claramente al hecho de que él no existe
El ego, para evitar lo que él considera su extinción, tiene que hacer algo.
Incapaz de derrotar a la amorosa Voz de Dios en un encuentro frontal, el ego no obstante
puede anular esta Presencia amorosa al convertirla en algo distinto. Aprovechándose de la
culpa del Hijo, lo convence de que el Espíritu Santo es el mensajero del furioso Dios
vengativo, decidido a destruir al Hijo. Por lo tanto:
La Expiación se convierte en un mito, y lo que la Voluntad de Dios dispone es la venganza, no el
perdón. Desde allí donde todo esto se origina, no se ve nada que pueda ser realmente una ayuda. Sólo la
destrucción puede ser el resultado final. Y Dios Mismo parece estar poniéndose de parte de ello para
derrotar a Su Hijo (T-23.II.8:2-5).
Intensamente enajenado por las mentiras del ego el Hijo dormido escucha a éste, que
ahora se ha convertido en su mentor y “salvador ”, y trata de huir del Espíritu Santo. El
ego exhorta al Hijo a que escape del Espíritu Santo y que abandone la mente que se ha
transformado en un campo de batalla en el cual el Hijo será destruido. De ese modo el
ego nos ha dicho literalmente que “salgamos de nuestras mentes ”; tal como Un curso de
milagros nos lo recuerda con frecuencia, el sistema de pensamiento del ego es
completamente demente.
Este “abandono de la mente ” se conoce psicológicamente como proyección, y lo que
estaba dentro de la mente ahora se percibe fuera. Recuerda que lo que alberga la mente
dividida es el pensamiento de separación, proyectado externamente, y por lo tanto, lo que
se percibe fuera de la mente es este pensamiento al cual se le ha dado forma; esto parece
ser un mundo material separado que manifiesta la creencia en la separación del ego. Esta
es la presentación que hace el Curso sobre la fabricación o falsa creación del mundo y es
similar a la hipótesis científica del origen del universo conocida como el Big Ban.
Un curso de milagros, interpreta al universo físico como una defensa que el ego emprende
en un acto desafiante de creación falsa, para protegerse de la temible imagen de Dios
fabricada por el propio ego:
El conflicto fundamental en este mundo es, pues, entre la creación y la creación falsa. Todo miedo está
implícito en la segunda, y todo amor en la primera. El conflicto es, por lo tanto, entre el amor y el
Aquí vemos pues que la explicación del Curso es claramente la antítesis de la visión
judeo-cristiana de que el mundo es la creación de Dios:
El mundo que ves no es más que la ilusión de un mundo. Dios no lo creó, pues lo que El crea tiene que
ser tan eterno como El. En el mundo que ves, no obstante, no hay nada que haya de perdurar para
siempre. Algunas cosas durarán en el tiempo algo más que otras. Pero llegará el momento en el que a
todo lo visible le llegue su fin (C-4.1). A todo lo que parece eterno le llegará su fin. Las estrellas
desaparecerán, y la noche y el día dejarán de ser. Todas las cosas que van y vienen, la marea, las
estaciones del año y las vidas de los hombres; todas las cosas que cambian con el tiempo y que florecen
y se marchitan, se irán para no volver jamás. Lo eterno no se encuentra allí donde el tiempo ha fijado
un final para todo (T-29.VI.2:7-10).
Un curso de milagros distingue entre el espíritu que Dios creó y el mundo que el ego
Desde que se produjo la separación ha habido una gran confusión entre las palabras “crear” y
“fabricar”.… El ego es el aspecto inquisitivo del ser que surgió después de la separación, el cual fue
fabricado en vez de creado (T-3.V.2:1; T-3.IV.3:1). El Espíritu Santo y el ego son las únicas opciones
que tienes. Dios creó Una de ellas, y, por lo tanto, no puedes deshacerla. La otra la inventaste tú, y, por
lo tanto, sí puedes. Sólo lo que Dios crea es irreversible e inmutable. Lo que tú has fabricado siempre
Un curso de milagros es inequívoco en este punto sobre la no creación del universo físico
por Dios. Transigir aquí es imposible sino incurriremos en que su sistema de pensamiento
se haga totalmente inefectivo. El Curso adopta una clara postura en lo que respecta a la
integridad de su enseñanza:
Este curso o bien se creerá enteramente o bien no se creerá en absoluto. Pues es completamente cierto o
completamente falso, y no puede ser creído sólo parcialmente. Y tú te escaparás enteramente del
sufrimiento o no te escaparás en absoluto. La razón te dirá que no hay un lugar intermedio donde te
puedas detener indeciso, esperando a elegir entre la felicidad del Cielo o el sufrimiento del infierno.
Hasta que no elijas el Cielo, estarás en el infierno y abatido por el sufrimiento (T-22.II.7:3-8).
Para replantear la razón fundamental del ego: Al reconocer que no podía vencer a la
Presencia del Espíritu Santo en la mente, el ego procuró ocultarse en un mundo material
el cual tuvo que fabricar para poder esconderse. Además, como parte de este plan para
escaparse de Dios, el ego comenzó a fragmentarse a sí mismo, una y otra vez, al tiempo
que se materializaba en la forma, como si esperase encontrar seguridad en los fragmentos
cuantitativos los cuales creyó que diluirían la Presencia del Espíritu Santo en la mente.
Cuando reinterpretamos la historia bíblica de el mito de Adán y Eva con el ego como
protagonista en vez de Dios el Curso nos provee una interesante versión alternativa y
paralela:
El Jardín del Edén—la condición que existía antes de la separación— era un estado mental en el que no
se necesitaba nada. Cuando Adán dio oídos a “las mentiras de la serpiente”, lo único que oyó fueron
falsedades.…Lo que se ve en sueños parece ser muy real. Lo que es más, en la Biblia se menciona que
sobre Adán se abatió un sueño profundo, mas no se hace referencia en ninguna parte a que haya
despertado.… Todo miedo se reduce, en última instancia, a la básica percepción errónea de que tienes la
capacidad de usurpar el poder de Dios.…Sólo después del sueño profundo que se abatió sobre Adán pudo
éste experimentar pesadillas (T-2.I.3:1-2, 5-6; 4:1,5). Dios no cree en el castigo. Su Mente no crea de
esa manera.…Este tipo de error es responsable de una multitud de errores similares, incluyendo la
creencia de que Dios rechazó a Adán y lo expulsó del Jardín del Edén.
(T-3.I.3:4-5,9).
No fue Dios Quien trató de castigar a Adán al echarlo del Cielo, sino la premeditación del
ego que convenció al Hijo dormido para que creyese que podía estar a salvo en un
mundo que el ego fabricó, en lugar del que Dios creó. Desde su punto de vista, por
supuesto, el ego tenía razón de sentirse amenazado. Pero el Hijo no tiene por qué
escuchar su voz. Como nos exhorta el Curso:
“Tú no tienes por qué continuar creyendo lo que no es verdad, a no ser que así lo elijas” (T-2.I.3:3).
Así que el universo material—en el cual el Curso incluye a todos los universos—sirve al
propósito del ego de ocultarle al Hijo su realidad. Es una cortina de humo la cual sirve,
además como un camuflaje para esconderse. El ego nos dice que nos estamos
escondiendo de Dios; en apariencia el mundo nos permite escondernos de nuestra culpa.
El Curso describe esta dinámica:
El mundo surgió para ocultarlo (al error original), y se convirtió en la pantalla sobre la que se proyectó
[la separación] la cual se interpuso entre la verdad y tú. Pues la verdad se extiende hacia adentro, donde
la idea de que es posible perder no tiene sentido y lo único que es concebible es un mayor aumento.
¿Crees que es realmente extraño que de esa proyección del error surgiese un mundo en el que todo está
invertido y al revés [una referencia a la imagen invertida en la retina]? Eso fue inevitable. Pues si se
llevase la verdad ante esto, ésta sólo podría permanecer recogida en calma, sin tomar parte en la absurda
proyección mediante la cual este mundo fue construido. No llames pecado esa proyección sino locura,
pues eso es lo que fue y lo que sigue siendo (T-18.I.6:2-8).
El coronamiento del plan del ego para evadir al Espíritu Santo es la fabricación del
cuerpo:
El deseo fundamental del ego es suplantar a Dios. De hecho, el ego es la encarnación física de ese deseo.
Pues es este deseo lo que parece encerrar a la mente con un cuerpo, manteniéndola sola y separada e
incapaz de llegar a otras mentes, excepto a través del mismo cuerpo que fue hecho con el propósito de
aprisionarla (L-pI.72.2:1-3).
Es el cuerpo—la encarnación del ego—el que convence al ego de que el mundo físico es
real. Mas el cuerpo se fabricó como parte del plan del ego para ocultar la Realidad, y a
duras penas se puede considerar como un testigo fiable.
Parece como si desde el mundo de los cuerpos, al que la demencia dio lugar, se le devolvieran a la mente
que lo concibió mensajes descabellados. Y esos mensajes dan testimonio de dicho mundo, y lo
proclaman real.…De lo único que dichos mensajes te hablan es de cosas externas. No hay mensaje que
hable de lo que está subyacente [la Realidad], pues el cuerpo no podría hablar de ello. Sus ojos no lo
pueden percibir; sus sentidos siguen siendo completamente inconscientes de ello y su lengua no puede
transmitirte sus mensajes (T-18.IX.3:1-2,4-6).
Considera por un momento: ¿Qué sino el cuerpo afirma en términos “seguros ” que la
separación es real? ¿Qué más sino el cuerpo da testimonio de que la verdad (espíritu) por
ser invisible no existe, y que las ilusiones (universo físico, ) por ser visibles sí que existen?
Cuando hiciste que lo que no es verdad fuese visible, lo que es verdad se volvió invisible para ti.
(T-12.VIII.3:1).
¿Qué es lo que nos dice que hay un mundo externo que puede verse, oírse, saborearse,
olerse y sentirse; que juzga lo que es bello y lo que es feo; que percibe la separación
dentro y fuera de sí mismo? ¡El cuerpo! Nuestros órganos sensoriales transmiten mensajes
del mundo “externo ” a nuestros cerebros, el cual los interpreta entonces como imágenes
que difieren entre sí del susodicho mundo real. Y, sin embargo, como afirma el Curso, el
cuerpo es el único en todo el mundo que no sabe lo qué es la Realidad:
El cuerpo es incapaz de saber nada. Y mientras limites tu conciencia a sus insignificantes sentidos, no
podrás ver la grandeza que te rodea (T-18.VIII.2:1-2).
La capacidad de percibir hizo que el cuerpo fuese posible, ya que tienes que percibir algo y percibirlo
con algo (T-3.IV.6:1).
Y es a este yo falsamente creado (a “este transeúnte extraño ” ) a quien le pedimos ayuda
en torno a quiénes somos:
No le preguntes a ese transeúnte: “¿Qué soy”? El es la única cosa en todo el universo que no lo sabe.
Sin embargo, es a él a quien se lo preguntas, y es a su respuesta a la que deseas amoldarte.…A él te
diriges para preguntarle el significado del universo. Y a lo único que es ciego en todo el universo
vidente de la verdad le preguntas: ¿“Cómo debo contemplar al Hijo de Dios”? (T-20.III.7:5-7,9-10)
Un curso de milagros nos describe la locura del sueño de este mundo:
El sueño del mundo adopta innumerables formas porque el cuerpo intenta probar de muchas maneras que
es autónomo y real. Se engalana a sí mismo con objetos que ha comprado con discos de metal o con
tiras de papel moneda que el mundo considera reales y de gran valor. Trabaja para adquirirlos, haciendo
cosas que no tienen sentido, y luego los despilfarra intercambiándolos por cosas que ni necesita ni
quiere. Contrata a otros cuerpos para que lo protejan y para que coleccionen más cosas sin sentido que él
pueda llamar suyas. Busca otros cuerpos especiales que puedan compartir su sueño. A veces sueña que
es un conquistador de cuerpos más débiles que él. Pero en algunas fases del sueño, él es el esclavo de
otros cuerpos que quieren hacerle sufrir y torturarlo (T-27.VIII.2).
¿Qué es el mundo, sino una diminuta brecha que parece desgarrar la eternidad y fragmentarla en días,
meses y años? ¿Y qué sois vosotros que vivís en el mundo, sino una imagen fragmentada del Hijo de
Dios, donde cada uno de los fragmentos está oculto dentro de un trocito de barro separado e inseguro?
(T-28.III.7:4-5)
En resumen, el Nivel Uno contrasta la Realidad del Cielo con la ilusión del infierno que
fabricamos. En este nivel, Un curso de milagros no concilia ningún arreglo entre los dos
pues ambos no pueden ser verdaderos. La realidad de uno niega la existencia del otro, y
el Curso enseña que no puedes tener un poquito de infierno en el Cielo, ni un poquito de
Cielo en el infierno. Esta posición metafísica es el fundamento de la enseñanza de perdón
del Curso.
El ego intenta opacar la diferencia entre la verdad del Cielo y la ilusión del mundo para
lograr su propósito de mantener el problema del ego alejado de la Respuesta de Dios. El
problema es la creencia en la realidad del sueño, que radica en nuestras mentes para el
cual Dios creó al Espíritu Santo como la Respuesta. Al apartarse de la mente, el ego logra
confundir la Voz del Espíritu Santo. El mundo, y todos sus problemas exigen nuestra
atención, y nos distrae con respecto al origen del problema real: nuestra creencia en el
mundo y en la separación que lo originó. No sólo el Reino del Cielo se encuentra en
nuestro interior, sino también el reino del ego. Un curso de milagros resume este aspecto
del plan del ego:
No puedes resolver un problema a menos que sepas de qué se trata. …Esta es la situación del mundo. El
problema de la separación, que es en realidad el único problema que hay, ya se ha resuelto [por el
Espíritu Santo]. No obstante, la solución no se ha reconocido porque no se ha reconocido el
problema.… Toda esta complejidad [de los problemas del mundo] no más que un intento desesperado de
no reconocer el problema y, por lo tanto, de no permitir que se resuelva (L-pI.79.1:1,3-5; 6:1).
Antes que podamos discutir la respuesta de perdón que ofrece el Espíritu Santo, primero
tenemos que mirar el modo como funciona la mente dividida y separada y como ese
modo se manifiesta en este mundo de sueños. La trinidad de pecado, culpa y miedo como
parte inherente al ego original—el Hijo de Dios que se quedó dormido—permanece
dentro de cada parte o fragmento de la Filiación. Así que cada parte aparentemente
separada—los falsos yos individuales (o personalidades) con las cuales nos
identificamos—lleva consigo, consciente o inconscientemente, la creencia original en el
pecado, la culpa y el miedo.