domingo, 11 de abril de 2010

LA TRINIDAD IMPIA—PECADO, CULPA, MIEDO



Extracto del libro de Gloria y Kenneth Wapnick Despierta del sueño.
Colección Fundación, editado por El Grano de Mostaza.
Estos son extractos de los libros de Kenneth Wapnick, ocasionalmente se han realizado algunas correcciones de estilo, pero el
contenido no se ha alterado en absoluto. Para distinguir los textos provinentes del Curso el cuerpo de la letra es menor y de color
Al pasar por nuestras vidas y hacerle frente a los retos y trastornos en los niveles tanto de
desarrollo como en el cotidiano, no es muy práctico o útil que se nos diga que el mundo
y el cuerpo con los cuales estamos tan identificados son meras ilusiones, producto de un
sistema de pensamiento ilusorio. Mas Un curso de milagros nos dice repetidamente cuán
práctico es, y en efecto afirma:
El cuerpo es sencillamente parte de tu experiencia en el mundo físico. …es casi imposible negar su
existencia en este mundo. Los que lo hacen se dedican a una forma de negación particularmente indigna
Con esto en mente hablamos del segundo nivel (Nivel Dos), el cual se bosqueja en la
gráfica. En este nivel, el mundo se ve como una escuela en el cual aprendemos lecciones,
y no se niega o se ignora como una mera ilusión. Mas bien se nos estimula a “estar en el
mundo mas no ser del mundo ” (Juan 15:19). ¿Qué significa esto en la practica? Al
referirnos a la gráfica vemos que el Nivel Dos consiste de la distinción entre la “ mente
errada ” y la “mente correcta ”. Ambas reflejan una manera de ver el mundo físico
basada en un sistema de pensamiento subyacente. Sólo tenemos dos opciones: la mente
errada, que es el ámbito del ego; y la mente correcta, que es el hogar del Espíritu Santo.
La meta de la mente errada del ego es perpetuar el síndrome original de pecado culpa-
miedo, mediante el cual asegura la continuidad del ego. Por otra parte, la meta de la
mente correcta, la morada del Espíritu Santo, es deshacer el pensamiento de la mente
errada por medio del perdón y despertarnos a la conciencia de que jamás hemos
abandonado la casa de nuestro Padre. Un curso de milagros nos recuerda:
“Tú eres un extraño aquí [este mundo]. Pero le perteneces a Aquel que te ama como El se ama a Sí
Mismo” (C-ep.2:1-2).
Puesto que hay que hacer una elección entre estas dos alternativas, hablamos además de
una tercera parte de esta mente separada, el aspecto que elige. En la gráfica le hemos
llamado el “tomador de decisiones ”. Anteriormente se dijo: el Hijo de Dios está
dormido, y hablamos de dos voces a su disposición de las cuales él podía elegir: la Voz
del Espíritu Santo que habla por Dios o la voz del ego que habla a favor de la culpa y del
miedo. Discutiremos el sistema de pensamiento del ego en este capítulo y en el próximo,
lo cual nos ayudará a adquirir conciencia de la dinámica de éste de manera que podamos
hacer otra elección, la elección a favor de Dios. El Curso comenta que debido al conflicto
en nuestras mentes, elegimos en contra de la dicha que en verdad anhelamos:
Hacer la Voluntad de Dios perfectamente es el único gozo y la única paz que pueden conocer
plenamente, al ser la única función que se puede experimentar plenamente. Cuando esto se alcanza,
ninguna otra experiencia es posible. Desear otra experiencia, no obstante, obstaculiza su logro porque la
Voluntad de Dios no es algo que se te pueda imponer, ya que para experimentarla tienes que estar
completamente dispuesto a ello (T-8.III.2:1-3).
En nuestra presentación de los sistemas de pensamiento del ego y del Espíritu Santo, y la
necesidad de que se elija entre los dos, esencialmente estamos presentando la posición del
grupo de Luz y la posición del grupo sombrío tal y como se experimentan dentro del
grupo intermedio, el cual eventualmente “elige de nuevo ” y regresa al Hogar. Parece
claro, dicho sea de paso, que al igual que muchos caminos espirituales, Un curso de
milagros está dirigido hacia el grupo intermedio, pues es éste el que experimenta el
conflicto entre las dos voces. Obviamente el grupo de Luz no tiene necesidad de despertar
del sueño, mientras que los miembros del grupo sombrío están disfrutando del producto
final de su experimento, bastante felices de poder destruir lo que han fabricado. Su culpa
está más profundamente reprimida que la del grupo intermedio, y por consiguiente
menos accesible a examen y a corrección. Cuando el grupo intermedio desista de
oponerse al grupo sombrío, como veremos en el Capítulo 8, ese grupo también se sanará.
En Un curso de milagros, dicho sea de paso, Jesús nos advierte que no debemos pensar en
el ego como si éste fuese una cosa, la cual está separada e independiente de nuestras
Me he referido al ego como si fuera una entidad separada que actúa por su cuenta. Esto ha sido necesario
para persuadirte de que no puedes descartarlo a la ligera y de que tienes que darte cuenta de cuán extensa
es la parte de tu pensamiento que él controla.…El ego no es más que una parte de lo que crees acerca de
ti. Tu otra vida ha continuado sin ninguna interrupción, y ha sido, y será siempre, completamente
inmune a tus intentos de disociarte de ella (T-4.VI.1:3-4,6-7).
Por lo tanto, ya que hemos discutido el paradigma de cómo surgieron el mundo y los
individuos en el mismo, ahora exploramos esas mismas dinámicas del ego tal y como se
expresan en los individuos: la trinidad impía de pecado, culpa y miedo, y su impacto en
cada psiquis individual. Contrario a la creencia popular, los niños no nacen inocentes en
este mundo. Cada niño o entidad trae consigo todo el odio ontológico a sí mismo (culpa)
y el terror de aquel instante original de la separación, por el cual no se ha perdonado aún.
El simple hecho de que nace en un cuerpo da testimonio de la aparente realidad de lo que
él cree haberle hecho a Dios y a Cristo. Cada experiencia física y psicológica refuerza la
identificación ego-cuerpo, y de ese modo lleva consigo la horrible y dolorosa memoria
del instante original de la separación.*
Así pues, tenemos el fundamento básico del sistema de pensamiento de todos los que
transitan este mundo, “solos, inseguros y presos del miedo ” (T-31.VIII.7:1). Sentimos
que hemos atacado a nuestro Creador y que nos hemos atacado unos a otros debido a
nuestro “pecado ” de separación, del cual dan testimonio los cuerpos separados. La culpa
es la experiencia psicológica de esta creencia en el pecado, y se puede definir como la
totalidad de todos nuestros pensamientos negativos, sentimientos y creencias acerca de
nosotros mismos. Estos incluirían los sentimientos de insuficiencia, inferioridad,
indignidad, incompetencia, el no ser completo, vergüenza, odio a sí mismo, y una creencia
de que nuestro estado es tan miserable que es imposible que alguien, incluso Dios,
pudiese amarnos. Una de las características más devastadoras de la culpa es que siempre
exige castigo por nuestra “ maldad ” . Así pues, vivimos en el mundo temerosos del castigo
“ inevitable ” que nos acontecerá: “Ayer fue horrible, hoy es terrible, mañana ni pensar ” .
El origen de todo miedo, por lo que quiero, sino que obro el mal que no quiero ”
(Romanos 7:19). En una era más sofisticada psicológicamente podemos entender mejor
este dilema, al reconocer la dinámica de la negación (utilizada por el Curso como
sinónimo de represión). Al igual que Freud recalcaba que la meta del psicoanálisis era
hacer consciente lo inconsciente, asimismo Un curso de milagros tiene como meta
deshacer el miedo que nos lleva a la represión de lo que el ego ha juzgado como
peligroso. Ya hemos descrito la cantidad de terror que se experimentó en la aparente
separación de Dios. Nadie puede transitar este mundo con esa cantidad de miedo en su
estado de percepción consciente. Por lo tanto, la mente dividida del ego empuja la
memoria de este aparente suceso hacia el inconsciente, con la esperanza mágica de que,
tal como el avestruz asustado, aquello que no puede verse (o recordarse) ya no está ahí.
Como afirma Un curso de milagros, en el contexto de la creencia del ego de que está en
* La única excepción es el ejemplo aislado de un ser verdaderamente iluminado, llamado avatar o bodhisatva
en oriente, y en el Curso un “Maestro de maestros”. Estos serían los miembros del grupo de Luz quienes han
aceptado la Expiación para sí mismos, y han elegido aparecer en el mundo de la ilusión para enseñar que el
mundo no existe. Sin embargo, como afirma Un curso de milagros, estos ejemplos son tan raros que a duras
penas es necesario discutirlos aquí (M-26.3).
Olvídate de la batalla. Acéptala como un hecho y luego olvídate de ella. No recuerdes las ínfimas
probabilidades que tienes de ganar. No recuerdes la magnitud del “enemigo” ni pienses cuán débil eres en
comparación con El. Acepta tu estado de separación, pero no recuerdes cómo se originó. Cree que has
ganado la batalla, pero no conserves el más mínimo recuerdo de Quién es realmente tu formidable
“contrincante” (M-17.6:5-10).
Podemos comparar nuestra culpa con un iceberg, cuyo mayor volumen yace bajo la
superficie del agua de modo que lo único visible es la punta. De forma análoga, nuestra
experiencia consciente de la culpa es sólo la punta de una mayor experiencia del odio
enorme de sí mismo del cual ni siquiera tenemos conciencia, por haberlo empujado hacia
el inconsciente. Un curso de milagros enseña que “ Nada que te hayas negado a aceptar
puede ser llevado a la conciencia ” (T-3.VI.4:4). Así pues, el ego completa la primera
parte de su plan para “salvarnos ” de nuestra culpa al aconsejarnos que la saquemos de la
conciencia, y que finjamos que lo que hemos hecho real ya no está ahí.
Sin embargo, la culpa reprimida no se ha ido a ninguna parte, y permanece al acecho
dentro de nuestras mentes, en espera, por decirlo así, del momento oportuno para golpear
nuestra conciencia. Así que el ego tiene una segunda táctica en su plan para protegernos
de la arremetida de nuestra culpa y nuestro miedo: la proyección. Ya hemos visto esta
dinámica en función al fabricar al mundo. En ese instante ontológico, el grupo
intermedio le prestó atención a la voz del ego, le dio la espalda al mensaje del grupo de
Luz, y procuró negar su aceptada culpabilidad por la separación y culpar por ésta al
grupo sombrío. Esta proyección del pensamiento de separación en contra del grupo
sombrío, para plantearlo una vez más, condujo al origen del mundo físico de separación.
En el nivel individual, repetimos la misma dinámica. Incapaces de tolerar la angustia del
odio a nosotros mismos (culpa), seguimos el consejo del ego de no verla en nuestro
interior, sino en alguien más (proyección). Así que hemos tomado nuestra percibida
culpa, primero la negamos en nosotros mismos y luego la ubicamos afuera. De esta
manera, el ego nos ha convencido de que hemos escapado de nuestra culpa exitosamente.
Como afirma Un curso de milagros:
El mundo no hace sino demostrar una verdad ancestral: creerás que otros te hacen a ti exactamente lo que
tú crees haberles hecho a ellos. Y una vez te hayas engañado a ti mismo culpándolos, no verás la causa
de sus actos porque desearás que la culpabilidad recaiga sobre ellos. ¡Cuán infantil es la insolente
maniobra de querer defender tu inocencia descargando tu culpabilidad fuera de ti mismo, aunque sin
deshacerte de ella! No es fácil percibir tal ironía cuando lo que tus ojos ven a tu alrededor son sus graves
consecuencias, mas no su frívola causa (T-27.VIII.8:1-4).
Sin embargo, lo que el ego no nos ha dicho es que su plan para salvarnos de la culpa es la
manera perfecta de aferrarnos a ella. La proyección de la culpa, como exploraremos en
mayor profundidad en el próximo capítulo, siempre conlleva un ataque. Tratamos de
culpar a otro por lo que nos estamos culpando secretamente a nosotros mismos, aunque
esto puede adoptar distintas formas. No obstante, en algún nivel sabemos que nuestro
ataque es injustificado puesto que su causa, no importa cuáles sean las circunstancias
externas, descansa con nuestro deseo inconsciente de evadir el tener que mirar a nuestros
yos egoístas. Así que nuestro ataque no puede sino hacernos más culpables aún. Y así se
cierra el círculo: Comenzamos con nuestra culpa la cual negamos y proyectamos luego,
sólo para sentirnos culpables por estos ataques de proyección. Este es el ciclo culpa
ataque el cual constituye la más importante arma táctica del ego en su guerra contra Dios.
Tal es el plan de salvación del ego, el cual Un curso de milagros describe de este modo:
El ego siempre intenta perpetuar el conflicto [i.e.,culpa]. Es suma-mente ingenioso en encontrar
soluciones que parecen mitigar el conflicto, ya que no quiere que el conflicto te resulte tan intolerable
que decidas renunciar al él. Por lo tanto, trata a toda costa de persuadirte de que él puede librarte del
conflicto, no sea que lo abandones y te liberes ti mismo (T-7.VIII.2:2-4).
El plan del ego para la salvación se basa en abrigar resentimientos. Mantiene que, si tal persona actuara
o hablara de otra manera, o si tal o cual acontecimiento o circunstancia externa cambiase, tú te
salvarías. De este modo, la fuente de la salvación se percibe constantemente como algo externo a ti.
Cada resentimiento que abrigas es una declaración y una aseveración en la que crees, que reza así: “Si
esto fuese diferente, yo me salvaría” (L-pI.71.2:1-4).
En otra parte, Un curso de milagros describe las formas más sofisticadas en que el ego
ejecuta su plan. Nos recuerda nuestro mito, y citamos parte de la descripción del Curso:
Sueñas que tu hermano está separado de ti, que es un viejo enemigo, un asesino que te acecha en la
noche y planea tu muerte, deseando además que sea lenta y atroz. Mas bajo este sueño yace otro, en el
que tú te vuelves el asesino, el enemigo secreto, el sepultador y destructor de tu hermano así como del
mundo. He aquí la causa del sufrimiento, la brecha entre tus míseros sueños y tu realidad. La pequeña
grieta que ni siquiera ves, la cuna de las ilusiones y del miedo, el momento de terror y de un odio
ancestral, el instante del desastre, están todos aquí. He aquí la causa de la irrealidad. Mas es aquí donde
se des-hará. Tú eres el soñador del mundo de los sueños. Este no tiene ninguna otra causa, ni la tendrá
jamás. Todo lo que aterrorizó al Hijo de Dios y le hizo pensar que había perdido su inocencia, repudiado
a su Padre y entrado en guerra consigo mismo no es más que un sueño fútil (T-27.VII.12:1–13:3).
La proyección de la culpa adopta dos formas básicas, lo que Un curso de milagros llama
las relaciones de odio especial y de amor especial. En el próximo capítulo, examinaremos
la dinámica específica de las relaciones especiales, y veremos cómo la consecuencia de
ambas es el reforzar la culpa lo cual es crucial para la existencia del ego.
1. f. Parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales.
1. f. Parte de la filosofía que trata del ser en cuanto tal, y de sus propiedades, principios y causas primeras.
1. adj. Que se comunica o extiende a otras cosas.
2. adj. Que es de mucha importancia o gravedad, por sus probables consecuencias.
3. adj. Fil. Se dice de los conceptos que se derivan del ser y se aplican a todos los entes.
4. adj. Fil. En el kantismo, se dice de lo que se refiere a la realidad pero excede de los límites de la experiencia.

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